San Domingo Savio (El joven que descubrió el amor de Dios)

La importancia de una familia creyente Carlos Savio, herrero, y su esposa Brígida, costurera, se establecieron en Riva di Chieri, a unos veinte kilómetros de Turín, en 1841. Allí, el 2 de abril de 1842, nació un niño que se convirtió en el consuelo de ambos, y que recibió en el bautismo el nombre de Domingo, un nombre que le inspiró resoluciones enérgicas. Era el segundo de diez hijos; aunque el hijo mayor, que también había recibido el nombre de Domingo, había vivido tan solo quince años. En 1844, los padres regresaron a su país y se establecieron en Murialdo, a unos 35 kilómetros de Turín. El único deseo de estos padres virtuosos era criar a sus hijos como verdaderos hijos de Dios. Domingo había recibido del cielo una buena salud y un corazón inclinado a la piedad. A la edad de 4 años había aprendido, a recitar sólo, sus oraciones matutinas y vespertinas, las oraciones antes y después de las comidas y el Ángelus...