VIERNES DE LA TERCERA DE PASCUA
OBREMOS COMO JESÚS ¡De qué nos servirían todas las enseñanzas del divino Maestro si no las pusiéramos luego en práctica? Para ello procuraremos adquirir verdadera HUMILDAD, que no es solo humildad de espíritu, sino también humildad de corazón, de voluntad, que se traduce en actos, como soportar injurias, reproches y reprensiones no merecidas, y nos hace abrazarnos con todas las humillaciones, por grandes que sean, en unión de aquel que, siendo Dios, se hizo hombre por nosotros y se anonadó y rebajó hasta llegar a la locura de la Cruz. Eleva a tal grado de perfección, la humildad encierra eminentemente la ABNEGACIÓN de sí mismo, que habrá de ser practicada hasta en los más pequeños detalles de la vida. Cuántas personas hay que saben resignarse en las enfermedades, en los reveses, y no son capaces de abnegarse en cosas de poca importancia, como son las contrariedades, las molestias, el tedio, las importunidades, los empleos y menesteres que fastidian y mortificaciones semejant...