La santidad de una madre

He aquí un texto para nuestras madres de familia. Recemos para que Dios nos dé santas madres de familia.

«Recuerden esta gran palabra de Cristo: “Y por ellos me santifico a mí mismo, para que también ellos sean santificados en la verdad”. Es lo mismo que toda madre cristiana debe decir. La santificación es un deber personal pero si por desgracia se llega a olvidar como deber personal, al menos hay que recordarlo como deber maternal, como una deuda contraída con sus hijos. Sólo Dios sabe la influencia que tiene la santidad de una madre en el alma de sus pequeños. Casi todos los grandes santos han tenido madres muy piadosas. La primera gracia que se le hace a un hombre, es de tener una madre según el corazón de Dios. Tenemos la costumbre de decir: “De tal padre, tal hijo”… aunque diríamos mejor: “De tal madre, tal hijo”.

Sepan Madres, que su maternidad no acabará su tarea mientras no hayan hecho crecer a Jesucristo en el corazón de sus hijos. La Iglesia, esta Madre divina por medio de la cual Dios ejerce principalmente su propia maternidad, ha dado a luz a sus hijos para la vida eterna. El bautismo no es sino una semilla y el bautizado no es más que un recién nacido. Después de poner la semilla, hace falta cultivarla… después del nacimiento, el crecimiento. Eso es deber suyo y ustedes no podrán hacerlo sin ser santas. ¡Ah, qué misión la suya! ¡Cuántas cosas dependen de ustedes! Si la sociedad está tan enferma, al grado que nos preguntamos si está moribunda, es debido a que hay muy pocos cristianos. Ahora bien, si hay pocos cristianos es que hay pocas madres suficientemente cristianas.»

Cardenal Pie

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