El purgatorio y la pereza espiritual
Fuente y raíz de innumerables faltas en muchas
almas es la pereza en el bien obrar y en emprender trabajos de celo en honra de
Nuestro Señor, y esta pereza es una de las principales causas de los terribles
tormentos que se sufren en el purgatorio.
Cierta como desgana y sopor del
espíritu que se halla bien con no hacer nada, pareciéndole que cumple ya lo
bastante cuando positivamente, no que quebranta la divina ley en materia de
alguna importancia. Tal estado del alma se llama tibieza, que es lo opuesto al
fervor, como al verdadero amor son opuestas la inercia y la indiferencia.
El Purgatorio se llena con esas
almas, ni frías ni calientes, que el sagrado Texto dice con frase muy gráfica
que le producen náuseas y asco a Nuestro Señor. Los cauterios del fuego
expiador son merecidos castigos de esas flojedades y letargos, inconcebibles en
quien dice amar a Dios sobre todas las cosas y hallarse dispuesto a dejarlas
todas antes que olvidar ese primer mandamiento. ¿Qué han de merecer sino los
braseros del Purgatorio la mayor parte de mis actos de piedad, perezosos,
decaídos, enfermizos, indignos por su languidez de la majestad soberana del
Señor a quien se ofrecen, y de la noble condición del cristiano que no debe
servirle sino en espíritu y en verdad? ¿Qué cosa hay más parecida al desamor
que ese adormecido amor que carece de toda actividad e iniciativa? ¡Y cuánto
hay de eso en mi vida infelizmente perezosa y descuidada! ¡Y cuánta deuda llevo
con ello, que probablemente no podré pagar sino en el Purgatorio!
¡Oh Señor y Jesús mío, que llevado
otra vez a Pilatos, sufristeis de este juez, apocado y enemigo de toda firme
resolución, la ignominia de ser comparado al facineroso Barrabás, de ser
propuesto como en turno y competencia con él, y de ser tenido en menos que él
por la muchedumbre ingrata a vuestras bondades! ¡Cómo lastimarían vuestro Corazón,
de tan nobles y generosos sentimientos, la vileza y deshonor de tan oprobioso
paralelo y de tan ignominiosa preferencia!
Pero ¿qué ha sido mi vida tibia y
desamorada sino un continuo posponeros a mis bajas y rastreras negligencias? Y,
¿por dónde van al Purgatorio tantas y tantas almas sino por esos caminos de la
espiritual languidez, que no se resuelve por amor de Vos al menor sacrificio de
sus inercias y perezas? Y ¿para quién se han de encender más abrasadores los
fuegos del Purgatorio, que para los tibios y negligentes, que no supieron o no
quisieron encenderse en los de vuestra ardiente caridad?
Compadeceos, Señor, de mi pobre
alma, que tal vez languidece caída y marchita, insensible a los estímulos del
amor, con que le está de continuo espoleando vuestra santa gracia. Y a las que
en el Purgatorio padecen entre otros tormentos la sed y hambre de Vos, por no
haber de Vos y de las obras de vuestro servicio el caso que debían durante su
vida mortal, aplicadles, como sufragio que por ellas ofrezco en este día, las
hondas aflicciones de vuestro Corazón Sagrado, al veros comparado y pospuesto
al infame malhechor. Amén.
Fuente: "Reforma
y perfección de la vida", D. Félix Sardá y Salvany.
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