26 DE DICIEMBRE

 SAN ESTEBAN, PROTOMÁRTIR

Esteban fue escogido por los apóstoles como uno de los primeros diáconos de la Iglesia de Jerusalén: era, como dice la Escritura, "varón lleno de fe y del Espíritu Santo", "de gracia y de fortaleza". Y los judíos no podían PREVALECER contra la sabiduría sobrenatural que en él había, pues los confundía en las discusiones; tampoco podían soportarle, porque reprochaba a su raza que no hubieran ofrecido víctimas y sacrificios a Dios durante su permanencia en el desierto. Es decir: les echaba en cara su FALTA DE DISPOICIONES INTERIORES, esenciales para toda obra buena. Con qué noble atrevimiento los acusó y recriminó con estas palabras: "Hombres de dura cerviz y de corazón y oído incrédulos, vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como fueron vuestro padres, así sois vosotros. ¿A qué profeta no persiguieron vuestros padres? Ellos son los que anunciaban la venida del Justo, que vosotros acabáis de entregar y del cual habéis sido homicidas (Hechos 7, 51-52)."

Estos reproches de San Esteban, al mismo tiempo que demuestran su celo, su horror hacia el mal, su amor al bien, en una palabra, su eminente santidad, son preciosísimas ENSEÑANZAS: 1º Dios se había ya quejado a los judíos de su culto puramente exterior, y el divino Maestro les había anunciado que había llegado el tiempo ya en que los verdaderos adoradores adorarían al Padre en espíritu y en verdad (Juan 4, 23). No olvidemos que la ORACIÓN hecha solo con los labios es como flor marchita, sin belleza y sin aroma, porque le falta la savia de la vida sobrenatural. Por tanto, para que nuestras oraciones sean eficaces habrá de vivificarlas el espíritu de fe y de gracia. 2º Nunca RESISTAMOS como los judíos a los avisos que Dios nos da. Es decir, a los remordimientos de la conciencia, a los buenos consejos, a los ejemplos edificantes y a los acontecimientos extraordinarios, como son las catástrofes y las muertes repentinas o trágicas, que parecen repetirnos las palbras del Señor: "Estad prevenidos." 3º San Esteban reconvenía a los judíos porque, habiendo recibido la ley por mano de los ángeles en el monte Sinaí, NO LO HABÍAN GUARDADO. ¿Qué nos diría a nosotros, que, habiéndola recibido del mismo Jesús, la quebrantamos con tanta frecuencia, sobre todo en materia leve? El Espíritu Santo nos habla muchas veces al corazón para llevarnos a MAYOR PERFECCIÓN. ¿No rechazamos las divinas inspiraciones para permanecer en los defectos, tibiezas y cobardías?

¡Oh Dios mío! Cuán lejos estoy de ese espíritu de fe, de gracia y de santidad que hace obrar, no por humor, capricho, instinto, prejuicios o sentimentalismos, sino únicamente por principios sobrenaturales y con el único móvil de agradarte y glorificarte. Por este santo mártir, te ruego me infundas esas disposiciones, que dan valor a las obras y seguridad para la eterna salvación.

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