11 DE ENERO
LOS MAGOS EN BELÉN, Y SU REGRESO
¡Qué días tan felices no pasarían los Magos en Belén, cerca del Niño Dios! ¡Bajo los rayos de este divino Sol de santidad increada y encarnada, SU FE fue singularmente fortificada y vivificada, y su fervor aumentaba por momentos durante las horas de visita que hacían al divino Niño. ¡Cuántas clarísimas luces, cuántos inefables consuelos recibieron entonces! ¡Y qué profundo agradecimiento el de los Reyes, que no cesaban en sus ACCIONES DE GRACIAS a Jesús, que, con preferencia a los demás gentiles, los había llamado para que le conociera, adoraran, amaran, se consagraran a él! ¡Cuántas veces los Magos reiterarían a Jesús el OFRECIMIENTO de sus corazones, voluntades, bienes y personas, consagrándose totalmente al Salvador!
María y José, conversando santamente con los Magos, contribuían a aumentar en ellos los sentimientos de respeto, confianza y amor, de los que estaban totalmente penetrados. Guiados por sus piadosas palabras y por la divina inspiración del Espíritu Santo, los Santos Reyes dirigían al Señor fervientes súplicas. Le prometían renunciar a cuanto a él le disgustase, y practicar las virtudes, de las que el incienso, el oro y la mirra son símbolos sensibles.
Veamos si, como los Magos, también nosotros visitamos frecuentemente a Jesús. Él mismo nos invita llamándonos desde el Sagrario: "Venid a mi todos." "Venid a mí desde la mañana y asistid al Santo sacrificio de la Misa, SACRIFICIO DIVINO, en el que renuevo mi inmolación del Calvario. Venid a mí y recibidme en el BANQUETE EUCARÍSTICO, porque con la Sagrada Comunión alimento, reparo y fortalezco a las almas. Venid a mí DURANTE EL DÍA, cuando vuestros corazones, heridos por el mundo, necesiten bálsamo de alivio, protección contra los peligros, fortaleza para defenderse de los ataques enemigos. Venid entonces a buscar en mí luz de fe viva, paz que infunda confianza y fuerza de voluntad para asegurar vuestro progreso y vuestra perseverancia final.
¡Oh Jesús!, tus palabras me emocionan. ¿Dónde encontraré yo la paz y la ALEGRÍA DEL CORAZÓN sino a tu lado? Allí aprenderé con la experiencia que la bienaventuranza verdadera se encierra en tu dulce trato, y que, para conseguirlo, me basta renunciar a conversaciones inútiles, a pensamientos y afectos que me alejan de tu amor. Sé, desde ahora, el único Amado de mi alma y el confidente de sus más íntimos secretos; y haz que mi alma encuentre el paraíso en tu trato íntimo y constante, tanto en las iglesias donde habitas como en medio del mundo donde los afanes y los negocios no deberán jamás separarme de ti.
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