15 DE ENERO
IMITACIÓN DEL NIÑO JESÚS
Lo mismo que un rey puede ordenar a sus súbditos que le sigan y luchen por su bandera, así JESÚS, NUESTRO REY, puede mandarnos y decirnos desde el día que nacemos: "Soy vuestro monarca; seguid mis huellas."
Cuando Etai oyó a David recomendarle que no le siguiera en su destierro, respondió como fiel súbdito: "¡Vive Dios y vive el rey mi soberano! Sea cual fuere el lugar a que os dirijáis, a la vida o a la muerte, os seguirá vuestro siervo (2Samuel 15, 31)." De esta manera debiéramos todos decir a Jesús: ¡Santo Niño, Príncipe de la paz y Rey de l agloria!, quiero seguirte siempre, acompañarte desde el portal de Belén hasta el sepulcro, pasando por Belén, por Egipto, por Nazaret, hasta llegar al Calvario, y habré de seguir tus huellas imitando tus virtudes.
Según lo que Isaías había anunciado, el Salvador, con ser tan sólo un débil Niño, nos fue dado como MAESTRO. Los antiguos judíos, dice el Apóstol, fueron enseñados por los profetas, y últimamente, en nuestros días el Padre celestial nos ha instruido por su Hijo (Hebr. 1, 2). Pero este Hijo, siendo el Verbo eterno, sería un Doctor demasiado sublime para nuestra débil inteligencia; por eso se encarnó, se hizo niño como nosotros y se puso a nuestro alcance. ¡Cuánta ternura en la caridad de Dios para con nosotros! Desde su nacimiento Jesús nos instruye y habla por medio de sus divinas inspiraciones. Escuchémosle dócilmente.
Fijémonos de un modo especial en su conducta, pues al ser nuestro MODELO nos predica sobre todo con su ejemplo. El pesebre, la paja sobre la que descansa, los pobres pañales que apenas si le preservan del frío, las lágrimas que derrama por nosotros; todo nos anima e invita a practicar, como él, el desprendimiento, la mortificación, la resignación y la penitencia. No nos cansemos de contemplarle en su humilde cuna, donde con tanto amor se nos ofrece. "Contempla y sigue el ejemplo del Modelo que tienes ante tus ojos en el portal de Belén", nos dice a cada uno el Padre celestial.
Amable Niño, ilumina ni inteligencia e inflama mi corazón de amor por ti. Así comprenderé que para ser fiel vasallo de un Rey como tú no solo habrá de respetarte, sino seguir tus huellas, marchando en pos de ti para vencer con tu ayuda a los enemigos de mi salvación. Concédeme la gracia de escuchar con atención y fe tus divinas LECCIONES, para que, arrancando de mi alma todos los prejuicios del mundo, me conforme en todo a tus máximas. Estoy decidido a contemplarte en el pesebre como a mi divino MODELO, aprendiendo de este modo a combatir contra el orgullo y la sensualidad, a enmendar mi vanidad, mis pretensiones, mi suficiencia, mortificando las exigencias de la naturaleza, que no se sacia nunca de bienes sensibles y de goces terrenales.
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