8 DE ENERO

 LOS PRESENTES DE LOS MAGOS

No fue mera casualidad que los Magos ofrecieran a Jesús oro, incienso y mirra. Bien clara se vio su intención cuando, al pasar ellos por Jerusalén, llamaron Rey a Jesús, manifestaron querer adorarle como a Dios y se informaron del lugar de su nacimiento como hijo de María. ¿Acaso no confesaron de este modo su REALEZA, SU DIVINIDAD Y SU HUMANIDAD?

Al regalarle ORO, dieron pruebas de reverenciarle como a Rey sapientísimo y poderoso, de quien Salomón no fue sino figura. La reina de Saba vino en antiguos tiempos del Oriente para visitar al hijo de David. También del Oriente vienen estos Reyes Magos guiados por una estrella milagrosa a rendir pleitesía al Unigénito del Rey de los reyes, dueño por excelencia de todos los tesoros. Al regalarle el INCIENSO, se lo ofrecen como a Dios Creador, hacia el cual se elevan las oraciones de sus criaturas. Al obsequiarle con MIRRA, manifiestan creer en su santísima humanidad y en la muerte que un día habría de padecer.

Alumbrados como estaban de luces celestiales, ¿Cómo iban a ignorar estos misterios? Por eso se impusieron tantas penalidades al buscar a Jesús; por eso los frutos tan abundantes que recogieron de su estancia en Belén donde aquellos dones, que ofrecieron con tanto fervor les valieron más tarde la gracia de ser apóstoles, santos y mártires. ¡Qué grande es el poder de la fe animada por la caridad!

Mientras estos piadosos Reyes rendían así homenaje a su Salvador, ¿Qué hacía el Niño Jesús? Pues se ofrecía a su divino Padre con un AMOR sin límites, representado por aquel oro que le había sido regalado; se ANONADABA ante la eterna Majestad con profunda religiosidad, en actos que subían al cielo como el humo del más purísimo incienso; rendía homenaje de reparación y de honor a la divina Justicia, presentándole de antemano la mirra de su PASIÓN y su dolorosa muerte.

Uniéndonos al Niño de Belén, ofrezcamos con él a su divino Padre: 1º el oro de nuestro AMOR, regocijándonos por sus infinitas perfecciones; 2º reconociendo nuestra impotencia para el bien, pidámosle fervorosamente las gracias necesarias para nuestra santificación; 3º uniendo al incienso de la oración la mirra de la MORTIFICACIÓN, ofrezcamos a la Justicia divina pequeños sacrificios en las palabras, miradas, contrariando gustos, resentimientos y repugnancias.

¡Oh Niño divino! Me someto a ti como a REY, te adoro como a DIOS y te amor como a REDENTOR. Concédeme la gracia de hacer en mi oración actos de obediencia, de profunda adoración y de unión a tu dolorosa pasión, así como actos de amor -de deseo- y de renunciamiento, para que en mí se realice completamente el sentido místico de los regalos de los Reyes Magos.

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