13 DE JULIO

 FIDELIDAD EN EL CUMPLIMIENTO DEL DEBER

Al llamarnos a un estado de vida, empleo, ministerio cualquiera, el Señor nos impone deberes que habremos de cumplir con exactitud y fidelidad. Si los cumplimos, le obedecemos y, por tanto, GLORIFICAMOS su autoridad divina. Además, en el cumplimiento de las obligaciones cotidianas son muchos los actos de virtud que realizamos y que contribuyen simultáneamente al HONOR de Dios y a NUESTRA SANTIFICACIÓN.

Con nuestra puntualidad damos ejemplo EDIFICANTE al prójimo, porque no hay nada que más persuada que el comportamiento de un alma siempre tranquila, exacta, recogida y cuidadosa de no perder el tiempo en futilidades o en conversaciones inútiles. Nunca se verá a un alma semejante acobardarse, descuidarse, obrar por humor y por capricho. Siendo su único deseo obedecer y agradar a Dios, se dejará guiar siempre de la recta conciencia, no herirá nunca las leyes de la caridad, no se preocupará de respetos humanos. Por eso, su vida tan ocupada y bien reglamentada inspira a todos estima y amor de la virtud.

¡Oh cuánto AGRADAN  a Jesús almas como ésta! "Vosotros sois mis amigos, dijo a sus discípulos, si hacéis lo que yo os mando (Jn. 15, 14)." "Quien ha recibido mis mandamientos y los observa, les dijo también, ese es el que ME AMA. Y el que me ama será amado de mi Padre y yo le amaré (Jn. 14, 21)." Voluntad del Señor es que armonicemos en la vida nuestros deberes de estado con los deberes de piedad.

EXAMINÉMONOS y veamos: 1º si no somos inadvertidos, perezosos, descuidados en la misión, empleos o trabajos que nos fueron confiados, en las obligaciones que nos imponen nuestro estado o nuestra vocación; 2º si obramos en todo con orden y diligencia, sin dejar para más tarde lo que se debe hacer al momento; 3º si evitamos la excesiva solicitud... No es el número, sino la perfección de las acciones que se realizan, lo que santifica; hagámoslas, pues, con calma, con espíritu de oración, bajo la dependencia de Dios y con la única intención de conformarnos en todo a su voluntad santísima. "Esta práctica, decía San Vicente de Paúl, comprende en sí de modo eminente la mortificación, la sumisión sin reservas, la abnegación de sí mismo, la imitación de Jesucristo y la unión con el Bien soberano."

¡Oh Dios mío!, por los méritos de Jesús y de María, concédeme la gracia de unir la oración a la acción, el espíritu de fe a las ocupaciones y a los acontecimientos de cada día, para llegar a cumplir mis deberes dándote GLORIA, SANTIFICÁNDOME, EDIFICANDO a mi prójimo y demostrándote MI MÁS SINCERO AMOR.

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