31 DE JULIO. OCTAVO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS
El hombre carnal es el hombre de lo presente, de lo perecedero. Sus sentimientos, sus aspiraciones y toda su mentalidad se ciñen exclusivamente a lo que existe aquí en la tierra. Es un hombre que solo se preocupa de sacar provecho de las cosas temporales y de los medios que para ello habrá de utilizar. En cambio, le tiene sin cuidado el que estos medios sean justos o injustos lícitos o ilícitos. Es un hombre que pertenece por completo a los hijos de este mundo. Para él no significan absolutamente nada la vida futura, los mandamientos de Dios y una vida conforme al ejemplo de Cristo, a las máximas y principios del Evangelio. "Si alguien ama al mundo, no posee en si la caridad del Padre: porque, todo lo que existe en el mundo, no es más que concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y soberbia de la vida, todo lo cual no procede del Padre, sino del mundo. El mundo, con toda su concupiscencia, pasará. en cambio, el que haga la voluntad de Dios, permanecerá eternamente...