15 DE JULIO

 OBLIGACIÓN DE IMITAR A CRISTO

El Señor al crear el universo tuvo como uno de los fines nuestra PERFECCIÓN y SALVACIÓN. Esta salvación depende de nuestra semejanza con Jesucristo, divino Modelo de los predestinados. Desde lo alto de los cielos el Padre eterno nos dice a todos "Este es mi querido Hijo, en quien tengo todas mis complacencias. A él habéis de escuchar (Mt. 17, 5)." Escuchadle, escuchad sus enseñanzas, seguid sus ejemplos.

El Redentor es efectivamente nuestro modelo en TODAS LAS EDADES Y ESTADOS. De niño nos enseña la humildad, la sencillez, la inocencia. De adolescente nos predica la modestia, la compostura, la vida escondida, laboriosa y obediente. De hombre nos enseña el camino que conduce a la sólida virtud, es decir, el camino del renunciamiento, de la paciencia, de la abnegación. Y cuando la fama y el esplendor de sus milagros le atraía  las bendiciones de las gentes, refería él a Dios todas las alabanzas, enseñándonos con su ejemplo divino cómo habremos de proceder siempre nosotros.

Pero como las ESPINAS y las zarzas bordean con frecuencia los caminos de la vida, quiso sobre todo ser pobre, quiso ser humillado, quiso padecer. Apenas nació, fue perseguido, desterrado y hubo de trabajar para ganar con el sudor de su frente el pan de todos los días. Dice San Buenaventura que en Nazaret quiso pasar por ignorante, y fue más tarde considerado como mago, como poseído del demonio, y terminó la vida en el tormento, en un patíbulo de ignominia. De este modo fue nuestro modelo, hasta en los casos más difíciles, y nos dio ejemplo de silencio y abandono en las manos de Dios en medio de las penas y de las humillaciones; ejemplo de generosidad en el renunciamiento y en el sacrificio; ejemplo de caridad y abnegación en su celo por la salvación de las almas y por su amor a los desvalidos. -¡Oh Jesús mío!, infúndeme tus virtudes; haz que las practique hasta en los más pequeños detalles de la vida.

San Vicente de Paúl imitaba al divino Maestro en sus pensamientos, palabras y acciones. "Cuando tengáis que hablar o realizar alguna acción, decía, meditad unos momentos y preguntaos: ¿cómo hubiera hablado u obrado ahora Nuestro Señor? ¡Oh Jesús mío!, inspírame lo que debo hacer, porque sin ti nada puedo." Sigamos este consejo: obremos y suframos como Jesús, es decir, con espíritu de oración y de gracia, llenos de paz, rectitud y suavidad de corazón.

¡Oh Maestro! Enséñame tú mismo a imitarte, como se lo enseñaste a María y a José en la casita de Nazaret. Me uno a ellos para contemplarte y para pedirte las fuerzas que necesito para seguir tus huellas. Haz que busque en todo, siguiendo tu ejemplo, la gloria de tu Padre celestial y la realización de todos sus deseos.

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