Sirvamos a Dios con fidelidad

Sirvámosle con perseverancia, que su providencia Misericordiosa sabrá sacarnos felizmente de todos los malos pasos. Cuando más se multipliquen los enemigos, cuantos mayores sean los peligros, más debemos contar sobre su protección, con tal que no sirvamos a otro Señor.

No debemos olvidarnos que la vida es, y debe ser considerada, como una constante guerra al mundo, al demonio y a la carne; es menester que se sepa debajo de qué bandera se sirve, y por cuales intereses se pelea.

Sólo el Señor, con su divina gracia, puede hacernos escapar de los que nos buscan para quitarnos la vida del alma. Sólo su mano benéfica puede aliviarnos de las aflicciones que nos sitian, de la violencia del fuego que nos amenaza, de las entrañas del infierno en que nos quieren precipitar tantos enemigos. Y frente a todas estas amenazas que nos rodean, ¿Quién es el que estudia en ganar la buena gracia del Señor? ¿Quién se preocupa, quién se aflige por merecer su protección? ¿Quién se guarda, quién se desvela por no caer en tantos y tan grandes peligros? ¿Quién recurre a la oración sin cesar? Y después de tanto descuido, se extrañarán los hombres, ¿que sean tan pocos los que se salvan?

La negligencia con que se vive en el importantísimo negocio de la salvación; la portentosa seguridad con que se camina en medio de tanto riesgo; las pocas o ningunas diligencias que se hacen para recobrar la gracia perdida; todo esto acredita, todo convence que la reprobación es obra de nuestras manos, y que, por nuestra desgracia, trabajamos tanto en esta infeliz obra, que al cabo salimos con ella. ¡Y mientras tanto vivimos con una tranquilidad que puede parecer modorra!

¿En qué se fundará esta falsa seguridad?


PROPÓSITO DEL DÍA

No se pase el día sin que pongas en ejecución lo que quizás hayas prometido muchos meses ha, y siempre inútilmente.
 
Pon (definitivamente) en ejecución al menos una de las resoluciones del último retiro

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