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Mostrando entradas de julio, 2019

SIERVOS E HIJOS DE DIOS.

1. La Iglesia nos invita hoy: “Venid, hijo, escuchadme: os voy a  enseñar el temor de Dios. Acercaos a Él y seréis iluminados, y  vuestras caras no serán confundidas” (Gradual). Ésta es la respuesta,  por decirlo así, que da la Iglesia, la Madre, a aquellas palabras de  la Epístola: “Habiendo sido libertados del pecado, os habéis  convertido en siervos de Dios.” Vivid, pues, para Él, servidle con la  fidelidad del esclavo, pero, al mismo tiempo, con el espíritu de un  hijo, que se cree feliz de poder vivir para el Padre. 2. “Habéis sido convertidos en siervos de Dios.” Siervos de Dios y,  por lo tanto, propiedad total, absolutamente suya. Todo nuestro ser,  todos nuestros pensamientos, todos nuestros deseos y todas nuestras  obras pertenecen a Dios, tienen que pertenecer a Dios, solo pueden  pertenecer a Dios. Así se lo prometimos solemnemente el día de nuestro  santo Bautismo: “Creo en Dios.” Es decir: creo que yo y todas mis  cosas pertenecemos a Dios, y a Él se las consagro. S

MARTES DE LA OCTAVA SEMANA DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

EL BUEN ÁRBOL 1. Pascua nos dio la nueva vida. El Espíritu de Pentecostés la desarrolla y la hace madurar. Es algo así como el sol del verano, el cual hace que, con su luz y con su fuego, maduren las mieses del campo. Al llegar el verano, el labrador sale a recorrer sus campos, para ver cómo marchan, para ver si están ya bien crecidos y maduros los trigales. Esto mismo es lo que hace hoy la sagrada liturgia. Aguarda ansiosamente la cosecha. Espera anhelante los frutos. “Por sus frutos los conoceréis”  (Evangelio). Por sus frutos los conoceréis a los auténticos cristianos, a los hombres verdaderamente piadosos, a las personas entregadas de veras a Dios. No basta con estar bautizado, con pertenecer a una Orden religiosa, con llevar un hábito o un velo religioso. Se necesitan frutos. Deben hablar las obras antes que nada. “Todo árbol que no dé buen fruto, será arrancado y lanzado al fuego” (Evangelio). La liturgia se preocupa seriamente del crecimiento y de

PIEDAD VERDADERA

1. En virtud del santo Bautismo hemos sido convertidos en sarmientos de Cristo, de la verdadera y fecunda vid. “Todo sarmiento mío, que no produzca fruto, será arrancado (por el Padre, por el viñador). El que produzca fruto, será limpiado y podado, para que produzca más fruto todavía” (Joh. 15, 1). Nosotros hemos sido llamados a producir fruto, a producir fruto copioso. “Todo árbol bueno produce buenos frutos.” “Por sus frutos los conoceréis.” (Evangelio.) 2. “No todo el que me diga: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos.” Nosotros, es cierto, oramos. Oramos mucho. Pero, las más de las veces, no oramos sinceramente. Nos contamos, con mucha frecuencia, entre aquellos que se contentan con exclamar: “Señor, Señor”, para tornar a caer en seguida en sus faltas habituales, para continuar después satisfaciendo sus propios gustos y aficiones. Muchos cristianos oran durante largas horas, hacen todos los días su meditación, nunca olvidan su lectura espiritual ni su exame

EL HOMBRE VIEJO Y EL NUEVO

1. La liturgia de hoy dibuja con fuertes trazos y sitúa frente por frente a dos tipos esencialmente antagónicos: el hombre viejo, el hombre sin Dios y sin Cristo, el hombre de la “pura humanidad” y el hombre nuevo, nacido de Dios en el santo Bautismo, lleno del Espíritu Santo por el sacramento de la Confirmación, espiritualizado, cristificado, divinizado y que marcha hacia el Dios eterno como a su meta definitiva. 2. El santo viejo. “En otro tiempo pusisteis vuestros miembros al servicio de la inmundicia y de la iniquidad, para vivir desenfrenadamente”, según los deseos de un corazón inclinado profundamente al mal. Para vivir libertinamente, sin freno alguno, sin sujeción a los mandamientos de Dios ni a la ley moral natural, impresa y grabada por el mismo Dios en lo más hondo de todos los corazones. “Erais esclavos del pecado y vivíais alejados de la justicia” (Epístola): con estos negros colores nos pinta el Apóstol al hombre irredento. “Aunque conocieron a Dios, no le

LA SÉPTIMA SEMANA DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

COMUNIDAD DE DOLORES   1. Todos hemos sido bautizados en su muerte.” La renuncia del cristiano a sí mismo tiene su culminación más perfecta en la gozosa y voluntaria comunidad de dolores y de cruz con el Señor. 2. “El que quiera venir en pos de mí, tome todos los días su cruz y sígame” (Matth. 16, 24). El Hijo de Dios deja el cielo y baja a la tierra para hacernos participantes de su vida divina. Primero, se hace hombre. Después, trabaja sin descanso por nosotros; corre sin cesar en pos de las almas, para encontrarlas y salvarlas; sufre las injurias y la oposición de los hombres, los cuales no descansan hasta condenarle a muerte y crucificarle. Su vida fue una vida de continuo dolor. Así la prefirió Él mismo. Bebió gustoso, y con absoluta sumisión a la voluntad del Padre, el cáliz que Éste le mandó beber. Para poder llevarnos a nosotros al Padre, para poder abrirnos el cielo, para poder remediar la desgracia de nuestra condenación eterna se sometió Él voluntariamente a una vid

LA SÉPTIMA SEMANA DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

MORTIFICACIÓN   1. El Señor lleva a los suyos al desierto, lejos de las comodidades, de los atractivos y placeres de la vida terrena. “Todos los que hemos sido bautizados en Cristo, hemos sido bautizados en su muerte” (Epístola). La vida del bautizado es, en su íntima esencia, una muerte continua. El que quiera conservar en sí mismo la vida de Cristo; el que quiera desarrollarla, fortalecerla y llevarla hasta su plenitud, tiene que someterse forzosamente a una vida de enérgica y convencida mortificación, de constante dominio sobre sí propio. Tiene que renunciar a sí mismo, tomar su cruz y seguir al Salvador (Matth. 16, 24). Tal es la verdad que quiere grabar en nuestra alma la liturgia de hoy. 2. “Todos hemos sido bautizados en su muerte.” La incorporación a Cristo, operada por el santo Bautismo, es una muerte en Cristo, una crucifixión y sepultación con Cristo, una comunidad de muerte con Cristo, una asimilación y reproducción de la muerte del Señor, una estrecha e íntima com

LA SÉPTIMA SEMANA DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

“EN CRISTO JESÚS.”           1. “Todos nosotros hemos sido bautizados en Cristo” (Epístola). Según la vigorosa expresión del Apóstol, por el santo Bautismo hemos sido sumergidos, sepultados, injertados en la persona de Cristo y, por lo mismo, estamos unidos a Él por la más estrecha e íntima comunidad de vida. Hemos sido elevados e incorporados a la esfera de la misma vida que palpita en Cristo y en su cuerpo místico. ¡Tal es el inefable misterio con que comenzó nuestra vida cristiana! 2. El santo Bautismo es el hecho sobrenatural más importante realizado por Dios en la vida del hombre. Es, para cada individuo en particular, lo que fue para la humanidad en general la Encarnación del Hijo de Dios. Sobre este hecho, objetivo y fundamental, e basa toda la “construcción de Dios” (1 Cor. 3, 9) en nosotros. Comparado con él, significa nada o casi nada todo lo que nosotros podamos lograr con nuestros esfuerzos personales por alcanzar la perfección. Pero, por otra parte la tarea que n

LA SEPTIMA SEMANA DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

“RENOVAOS.”            1. La vida divina, que recibimos el día de nuestro santo Bautismo, se nos infundió entonces solo como un germen. Este germen debe ser desarrollado y robustecido después mediante la constante acción e influjo de la gracia, del Espíritu Santo, en nuestra almas. 2. “La muerte del pecado” se realizó por vez primera en nuestro santo Bautismo. Pero esta muerte debe ser mantenida, confirmada, renovada y afianzada todos los días, ininterrumpidamente. Así lo exige una de las leyes fundamentales de la actual economía de la salvación. Con un solo pecado de Adán perdimos de golpe todos los bienes sobrenaturales con que Dios había enriquecido nuestra naturaleza. Dios nos devuelve, por el sacramento de la regeneración, o sea, por el santo Bautismo, el don divino de la gracia, de la filiación divina. Pero no se nos da con la misma efusión y plenitud con que lo poseyó Adán antes de su caída. Por el santo Bautismo se nos perdonan el pecado original y todos los pecados act

LA SEPTIMA SEMANA DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

EL SANTO BAUTISMO       1. Recordemos hoy con nueva insistencia el significado de nuestra fe cristiana. El “hombre viejo”, corrompido por el pecado de Adán, nacido en estado de pecado, es sepultado en el santo Bautismo. Queda exánime en el sepulcro, queda muerto, convertido en cadáver. Del agua bautismal surge el hombre nuevo, fiel copia del Señor saliendo glorioso del sepulcro. Asciende lleno de la vida de la gracia, poseyendo la filiación divina. El santo Bautismo que recibimos un día, significa, pues, muerte y vida. 2. “Por el Bautismo fuimos sepultados con Cristo en la muerte” (Epístola). La intención de Dios, al crear al hombre, era la de que todos penetrásemos en esta vida como hijos de Dios, poseyendo la gracia santificante y adornados con las virtudes sobrenaturales y con los dones del Espíritu Santo. Pero el pecado de Adán desbarató los planes divinos. Por su pecado perdió para sí mismo y para toda la humanidad, de la que era cabeza y representante, la gracia y el dere

Martes, 23 de julio: San Apolinario

Hubo una disputa entre los discípulos: quién de ellos era el más grande. Y Jesús les dijo: "Los reyes de las Naciones mandan como señores y además aquellos que ejercen su poder sobre los súbditos se hacen llamar Bienhechores . No debe ser así entre vosotros; sino que el mayor entre vosotros sea como el más pequeño y el que gobierna, como el que sirve. Tomado del Evangelio de la fiesta. Según el Breviario, san Apolinario es originario de Antioquía y habría sido discípulo de San Pedro. Es este mismo San Pedro que, desde Roma, le envió a evangelizar la ciudad de Rávena. Trabajó intensamente multiplicando los milagros, obteniendo muchas conversiones y unaa fuerte implantación del Catolicismo en la ciudad. Posteriormente, esta ciudad de Rávena, se hizo muy famosa (Era la residencia del Emperador romano en un momento), y fue construido en el siglo 6to una espléndida Basílica en honor de su santo patrón:  san Apolinario . En el ábside de la Basílica,  san Apolinario  está representado

Domingo 21 de julio: 6 ° el domingo después de Pentecostés

Al Santo Cura de Ars le gustaba contar la siguiente historia: un hombre muy poco llevado a practicar la piedad y la caridad, un día fue visitado por un mendigo. Sal de aquí, le dijo, no tengo tengo nada que hacer con gente de tu clase... ¿perezoso!  Pero el otro insistió suavemente: ¡me das algo en el nombre de Dios!  Tanto insistió, que finalmente le toca el corazón. Trajo un pan de que le dio murmurando. Poco después el hombre murió y llegó a San Pedro, que puso en la balanza de lado malo una lista inquietante de errores en su vida: nada de practica religiosa, dureza de corazón, casi  ningún sacrificio... El hombre comenzó a temblar cuando San Pedro sacó un pan que puso en la balanza: era el pan que le dio al pobre. y ¡oh maravilla! y ese pan dado de buen corazón, hizo inclinar la balanza hacia el lado derecho... El Santo Cura de ARS, añadía que cualquiera de nuestras buenas acciones tendría su recompensa de Dios. Me parece que uno puede entender el Evangelio de hoy, la multiplicac

SEXTO DOMINGO DESPUÉS DE PENTECOSTÉS

EL SANTO BAUTISMO 1. Todos nosotros hemos sido bautizados (Epístola) y recibimos la santa Eucaristía (Evangelio). Ambas cosas –Bautismo y Eucaristía- están depositadas en nuestra alma como un germen, el cual debe ser desarrollado constantemente en nuestra vida práctica de cristianos, hasta que, con la acción y el fuego del Espíritu de Pentecostés, alcance su plena madurez. 2. “¿No sabéis que, todos los que hemos sido bautizados en Cristo, hemos sido bautizados en su muerte? Pues, por el Bautismo, hemos sido sepultados con Él en la muerte. Sabemos que nuestro hombre viejo fue crucificado con Cristo, para que quedase aniquilado en nosotros el cuerpo del pecado, o sea, el hombre viejo, pecaminoso, y ya no vivamos más para el pecado. Pero, si hemos muerto con Cristo, también sabemos que hemos de volver a vivir con Él. Ahora bien: estamos seguros de que Cristo, resucitado de entre los muertos, ya no morirá más, la muerte ya no tendrá poder sobre Él. Porque, al morir una vez, mató