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Mostrando entradas de mayo, 2022

31 DE MAYO. CRISTO, REY

  Bajo la dulzura y suavidad del Evangelio aparece bien manifiesta la regia potestad del Legislador. Cristo no da Conferencias edificantes: establece Leyes. Y Leyes, que sanciona con la dicha o con la desventura eternas. "Predicad el Evangelio a toda criatura. El que crea y se bautice, se salvará; el que no crea, se condenará" Leyes, ante las cuales no existen acepción de personas, privilegios ni excepciones, sino solamente justos y pecadores. Leyes, por encima de las cuales no está nadie, ni siquiera la misma Iglesia: todos tienen que acatarlas con respeto y humildad. Leyes, que ningún legislador humano, ningún parlamento, ningún gobernante, ningún ministro ni ninguna ciencia podrán conculcar impunemente. Leyes, que Él publica en su Evangelio y por medio de su infalible Iglesia, de tal modo que nadie podrá excusarse de haberlas ignorado, por lo menos los hijos de la Iglesia. "Se me ha dado toda potestad sobre el cielo y la tierra." También la potestad sobre mi mism

30 DE MAYO. CRISTO, SUPREMO PONTÍFICE

  El Sacerdote celestial de Cristo no es una repetición o complemento del sacrificio de la cruz. Es solo su eternización, dictada por la solicitud, por el celo de Cristo por la honra del Padre y por la salvación de las almas. Es decir: la actualización, eternamente viva y eficaz, del valor y fruto del sacrificio de la cruz. Mientras exista sobre la tierra un alma, que necesite ser salvada, a la cual puedan aplicarse los frutos de la redención obrada por Cristo, ejercerá Él para ella su sacerdocio. Y esto, de muchas maneras. Primero, por medio del sacrificio de su oración. Cristo es un nuevo Moisés, con sus manos elevadas hacia el cielo, suplicando al Padre por su pueblo, mientras éste lucha contra los Amalecitas. Si baja Moisés los brazos, Israel es vencido. Pero, vuelve a levantarlos y los sostiene así elevados, y entonces Israel queda vencedor (Ex. 17, 10). "Él está siempre vivo, para interceder por nosotros" (Hebr. 7, 25). "Jerusalén: sobre tus muros he puesto centi

DOMINGO DESPUÉS DE LA ASCENSIÓN. EL DON DE CONSEJO

La prudencia es virtud propia de la razón práctica, y nos señala lo que debemos hacer u omitir para obrar conforme a la voluntad de Dios. Esta virtud está apoyada y perfeccionada por el don de Consejo, el cual nos hace ser DÓCILES a la dirección del Espíritu Santo, sobre todo en las circunstancias DIFÍCILES de la vida. SIN ESTE DON seriamos siempre precipitados en los juicios, irreflexivos en el hablar, imprudentes ante el peligro; por tanto, no vigilaríamos debidamente nuestra conducta y pecaríamos por inconstancia, ya que obraríamos a impulsos del capricho o de la impresión del momento, en vez de guiarnos por las luces divinas del Espíritu Santo. Con este don, por el contrario, sabremos huir de los peligros que nos acechan, evitaremos el pecado, buscaremos siempre los mejores medios de santificarnos. Por eso dicen los Proverbios: "El buen consejo será tu salvaguardia y la prudencia te conservará (Proverbios 2, 11) ." Luego, si nos fuera otorgado ese don, no obraríamos ni ha

27 DE MAYO. CRISTO, EL SEÑOR

Señorío de Jesús, significa: derecho de Cristo a servirse de todo lo que está sometido a Él, en el cielo y en la tierra, en el tiempo y en la eternidad. Todo tiene que servir y vivir, ahora y durante toda la eternidad, para la honra y para la voluntad, lo mismo del Padre que del Señor exaltado, de Nuestro Salvador. "Tú solo eres el Señor." Y esto, no solo de cuando en cuando, en el Domingo o en determinadas horas del día. No: todos nuestros actos, internos y externos, todas nuestras obras y actividades, por numerosas que ellas sean, tienen que servirle a Él, tienen que procurar su honra, tienen que predicarle a Él, tienen que estar conformes con su voluntad. Lo más íntimo, lo más profundo, lo último, lo más querido de nosotros, todo nuestro ser, toda nuestra esencia pertenece a Él y tiene que vivir para él. "Tú solo eres el Señor", el soberano Señor de todo. Un Señorío, al cual está sujeto absolutamente todo. ¡Tanta es la subordinación a Jesucristo, en que Dios nos

26 DE MAYO. LA ASCENSIÓN DE CRISTO

Han pasado cuarenta días desde la Pascua. Este período de tiempo ha sido dispuesto providencialmente por Dios, para robustecer y afirmar, durante él, nuestra fe en la resurrección del Señor. Pues la muerte de Cristo había impresionado hondamente a los Discípulos, turbando sus corazones. El Maestro había muerto en la cruz. Su alma había abandonado el Cuerpo. Éste, exánime, había sido encerrado en la tumba. Todo esto había causado en los Discípulos tal tristeza, que el desaliento y la desconfianza comenzaban ya a morder sus almas. Pero, durante estos cuarenta días, los Apóstoles y todos los demás Discípulos han adquirido una tan honda y robusta fe en el Señor, que su Ascensión a los cielos, lejos de entristecerles, les llena de grande alegría. “Y realmente, había motivo más que suficiente para llenarse de gozo. Porque hoy sube nuestra naturaleza humana por encima de todos los moradores del cielo y es elevada más alto que los mismo coros de ángeles y arcángeles. Es levantada   hasta el

25 DE MAYO. ES NECESARIO REZAR.

"Mucho puede la oración del justo". Elías era un hombre como nosotros, sujeto al dolor. Sin embargo, cuando oró con fervor, para que no lloviese sobre la tierra, no llovió, más por espacio de tres años y seis meses. Después, volvió a suplicar de nuevo: y el cielo dio su lluvia y la tierra produjo su fruto". ¡Tan grande es la fuerza y fecundidad de la perseverante y fervorosa oración de Elías, del  justo! Una confirmación de la promesa del Señor: "Pedid y recibiréis." ¿Cuál no será, pues, la fuerza y eficacia de la oración de la Iglesia? ¿Qué poder no tendrán ante Dios las manos de los santos del cielo y de las almas puras y santas de la tierra, levantadas todas juntas hacia el Padre? La Iglesia ora, con perseverancia, con fervor, sin interrupción, en sus sacerdotes, en sus órdenes religiosas, en sus santos, en María, la omnipotente Medianera, en su Cabeza, Cristo, el Señor. Cristo está, ante el Padre, en el sagrario, "orando e intercediendo constantemente

23 DE MAYO. ORACIÓN CATÓLICA

Hoy celebramos el primero de los días de Rogativas, que preceden inmediatamente a la fiesta de la Ascensión del Señor. En sentir de la liturgia, nuestras súplicas suben también al Padre, junto con el Señor, que penetra en el cielo. Cristo es, en su ascensión, nuestro Precursor, nuestro Mediador y Abogado. La Iglesia organiza la Procesión de Rogativas. "Levántate, Señor, y líbranos por tu Nombre." Señor, compadécete de nosotros. Cristo, óyenos. Santos todos, rogad por nosotros: para que seamos perdonados; para que seamos protegidos contra los enemigos de la Iglesia y de las almas; para que reinen entre los pueblos la paz y la unión; para que no haya más que un rebaño y un solo Pastor y para que todos, absolutamente todos, puedan salvarse. La Iglesia deposita después sobre la patena estas súplicas y lo pone todo en las manos del Señor, que se inmola, con ella y por ella, en la santa Misa. Y el Señor las presenta en seguida ante el Padre.

22 DE MAYO. ANHELOS DE ETERNIDAD.

"Padre, quiero que, los que tú me has dado, estén en el mismo sitio donde yo estoy, para que vean la gloria, que tú me has dado" (Jn. 17, 24). He aquí lo que nos ha prometido el Padre: que estaremos allí, donde está Jesús: en la gloria del Padre. Por el Santo Bautismo hemos sido hechos hijos de Dios. Pero, "si somos hijos, también seremos herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo" (Rom. 8, 27). El Señor va a prepararnos una morada en el cielo. Allí formaremos sociedad con el Padre (1 Jn. 1, 3), con el Hijo y con el Espíritu Santo. Es decir: que poseeremos y gozaremos de la vida, santa, infinitamente abundante y embriagadora, de las tres divinas Personas. Contemplaremos y amaremos a Dios y descansaremos en el eterno goce de Él mismo. La felicidad, la bienaventuranza de Dios será entonces nuestra bienaventuranza; su vida, nuestra vida, la vida total, perfecta, en la cual encontrarán todas nuestras disposiciones y fuerzas su total y felicísimo desarrollo y p

20 DE MAYO. "EXISTE UN JUICIO"

  Jesús ha juzgado al príncipe de este mundo. Lo juzgó primeramente en su muerte de cruz. "Ahora es el juicio del mundo; ahora será expulsado el príncipe de este mundo" (Jn. 12, 31). Ahora, es decir, cuando yo sea levantado (en la cruz)", en la muerte de Jesús. El Señor se dejó condenar injustamente y matar por el mundo. Por eso pende de la cruz. Con su Sangre inocente, derramada injustamente, puso el sello de una reprobación total e inteligible a todos sobre la sentencia dictada contra Él, inocente, sin pecado, divinamente puro, por el príncipe de este mundo, por Satanás y sus servidores, los judíos y el romano Pilatos. Jesús juzgó, por vez segunda, al príncipe de este mundo en su resurrección. Con ella ha confundido de un modo irrefutable a sus adversarios, que le calumniaban de blasfemo y de realizar sus prodigios con la ayuda y virtud del diablo. Con su resurrección de entre los muertos, Dios mismo le ha proclamado y reconocido ante todo el mundo como justo, como Hij

18 DE MAYO. EL DESALIENTO

  Para combatir el desaliento, recordemos que en la milicia del mundo la cobardía es una VERGÜENZA; ¡Cuánto más en la milicia de Dios! Somos soldados de Cristo, llamados a continua lucha; ¿no seremos valerosos y esforzados? Es verdad que son muchos nuestros enemigos, pero fueron ya VENCIDOS en el Calvario por la Cruz de nuestro divino Redentor. Además, Jesús está siempre con nosotros, Jesús, Rey de la gloria; y también lluchan a nuestro lado María, la Reina de los Cielos y millones de ángeles y de santos. ¿Por qué asustarnos tanto? Sobre todo, ¿por qué desfallecer? El desaliento de nada vale; en vez de aminorar nuestros males, los aumenta. La ORACIÓN y la CONFIANZA todo lo pueden, en cambio. El alma que se deja llevar del pesimismo, se dice a sí misma: "Aunque rece, Dios parece no oírme, porque no me concede lo que le pido; siempre me encuentro probada de la misma manera, siempre las mismas luchas, siempre las mismas dificultades." Pero la fe responde: "Estas pruebas, es

17 DE MAYO. EL DON PERFECTO

  "Nadie diga, cuando sea tentado: Soy tentado por Dios. Porque Dios no puede ser tentado y tampoco tienta (es decir, induce al mal) a nadie. Cada cual es tentado (inducido al mal) por su propia concupiscencia (por sus malos deseos), que le ciega y seduce." De Dios solo puede venir el bien. Lo que Dios da y puede dar es solo un "un don perfecto". Así, nos "ha engendrado voluntariamente (es decir, sin merecerlo nosotros), por medio de la palabra de la verdad, para que fuésemos las primicias de su nueva Creación". La gracia del renacimiento por el agua y el Espíritu Santo: he aquí el don perfecto, que Dios nos ha regalado. Hemos sido elegidos, consagrados a Dios, santificados, hechos hijos de Dios antes que ningún otro. Démosle, pues, hoy las gracias más profundas por este don perfecto de su amor y de su misericordia. Y preguntémonos humildemente a nosotros mismos: ¿por qué me ha honrado Dios a mi con este don perfecto, con preferencia a otros millones de se

5 DE MAYO. JESÚS, EL BUEN PASTOR (4)

"Yo conozco a mis ovejas." Sí, Señor: Tú conoces a los tuyos. No con un conocimiento frío, como yo, sino con un corazón lleno de comprensión y simpatía, lleno de interés, de amor y solicitud, con un acto de inefable condescendencia y bondad: en la santa Eucaristía. "Y las mías me conocen a mí." ¡Señor, haz que yo pueda conocerte verdaderamente a Ti, el Buen Pastor, en el sacrificio de la santa Misa, en la sagrada Comunión, en el silencioso y tranquilo Sagrario! ¡Qué te conozca cada vez más y mejor! ¡Qué te conozca perfectamente! ¡Que vea claramente, en todo lo que me acaezca durante el día, tu amor y solicitud pastoral! ¡Que sea esta convicción la gran realidad, en la que siempre me encuentre y me mueva! "¡Las mías me conocen a mí", me aman, se preocupan de mí, se sacrifican, se consumen por mí! "¡Oh Dios, Dios mío! Por ti velo desde la mañana. En tu Nombre elevaré mis manos, aleluya". Del mismo modo que te contemplan a Ti, el Buen Pastor, las ov

4 DE MAYO. JESÚS EL BUEN PASTOR.(3)

  "Los discípulos conocieron al Señor en la fracción del pan "( Luc. 24, 35 ; los dos discípulos de Emaús). Para la sagrada liturgia, estos discípulos somos hoy nosotros mismos. "Yo soy el Buen Pastor y conozco a mis ovejas." En el santo Bautismo nos incorporó al número de sus ovejas. Desde aquel bienaventurado instante, nos conduce todos los días al buen pasto, a un pasto como solo Él es capaz de crear y encontrar. Sus amorosos ojos descansan constantemente sobre nosotros. Nos habla continuamente al corazón, mediante las excitaciones y consuelos de su gracia. Se esfuerza, de mil modos y formas, en apartar del mal y ganar para la verdad, para Dios, para el bien, nuestra atención, nuestro interés, nuestra voluntad y nuestras inclinaciones. Ordena nuestra vida, interior y exterior, de tal modo, que todo contribuya a nuestro mayor bien. Pero no le basta todavía con toda su solicitud pastoral. En la sagrada Comunión entra Él mismo en nuestra alma y se hace nuestro pasto

3 DE MAYO. JESÚS EL BUEN PASTOR (2)

  Nada puede darnos Él tan grande y tan maravilloso como la blanca y luminosa Hostia. En ella se nos da Él mismo, la oblación infinitamente más sublime e inapreciable que todos los bienes y valores terrenos; la oblación, que todo lo encierra en sí misma, en la cual encuentra su gozo el eterno y santo Dios y con la cual podemos darle nosotros la más perfecta y digna acción de gracias por todo lo que Él ha obrado y obra constantemente en nosotros. Si no tuviéramos el santísimo sacrificio del altar, ¿Cómo honraríamos, glorificaríamos y daríamos a Dios las gracias, que Él se merece? ¿Cómo le ofreceríamos una digna reparación por nuestros pecados? ¿Cómo alcanzaríamos de Él perdón, gracia, luz y fuerza? ¿Cómo podríamos llegar a la posesión de la vida eterna? "Yo soy el Buen Pastor." Él nos da la santa Eucaristía, el sacrificio de la santa Misa. ¡Cuánto le ha costado poder darnos la santa Eucaristía y el sacrificio! Primero, tuvo que despojarse de sí mismo. Después, tuvo que bajar d

2 DE MAYO. JESÚS EL BUEN PASTOR. (1)

  Por el Santo Bautismo hemos encontrado, en la santa Iglesia, al Pastor. Éramos ovejas errantes, sumidas en el error, sin guía, sin pasto adecuado, expuestas a perecer. Pascua, la recepción del santo Bautismo o del sacramento de la Penitencia, nos ha devuelto al Buen Pastor. Él se preocupa de nosotros. Nos cuida y conduce con sabiduría, con amor, con seguridad, con bondad y fuerza divinas. ¡Felices de nosotros, que hemos encontrado en Pascua al Pastor de nuestras almas! ¡Felices de nosotros, que somos cuidados y conducidos por Él! El que sigue su dirección no yerra nunca ni está expuesto al peligro de perderse. Él y solo Él, es capaz de protegernos, con su infinito poder, contra todo enemigo, por muy fuerte que éste sea. Mientras Él nos guíe, no podrán vencernos ni el infierno, ni el mundo ni la carne. Toda otra dirección, fuera de ésta, es insegura y engañosa. Y todos los medios, que adoptemos contra esta dirección, nos llevarán a la ruina, a la muerte. Solo pues, caminaremos complet