El pequeño número de los que se salvan

No es solamente pequeño el número de los que se salvan respecto a aquella multitud casi innumerable de infieles, de herejes y de cismáticos; lo es también respecto a la muchedumbre espantosa de fieles que se condenan dentro del mismo seno de la santa madre Iglesia. Hay pocas verdades mas terribles que esta verdad, y quizás ninguna la hay mas clara ni mas sólidamente establecida.

Trabajad en entrar por la puerta angosta - decía el Hijo de Dios - porque es ancha la puerta, es espacioso el camino que guía a la perdición, y son muchos los que van por él”. Al contrario, ¡qué angosta es la puerta, que estrecho es el camino que guía a la vida, y qué pocos van por ese camino!

"Muchos son los llamados - dice en otra parte-, pero aun entre los llamados, son pocos los escogidos" (Mt cap 20). Repetía tantas veces esta terrible verdad el Salvador a sus discípulos, que uno de ellos le preguntó en cierta ocasión: “¿Es posible Señor, que sea tan corto el número de los que se salvan?” Y el Hijo de Dios, por no espantar, por no acobardar a los que le oían, hizo como que eludía la pregunta, y solamente respondió (Luc cap 13): “Hijos míos, la puerta del cielo es estrecha, haced cuantos esfuerzos podáis para entrar por ella”.

El apóstol San Pablo, lleno del mismo espíritu que el celestial Maestro, compara indiferentemente todos los cristianos a los que corren en el estadio (I Cor cap 10). “Todos corren – dice – pero solo uno es el que lleva el premio y la corona”. Y para dar a entender que habla precisamente de los fieles, trae el ejemplo de los Israelitas en cuyo favor había obrado Dios tantas maravillas. “Todos – dice – fueron místicamente bautizados por Moisés en la nube y en el mar; pero de mas de seiscientos mil hombres capaces de tomar armas, sin contar las mujeres, los viejos y los niños, solo dos entraron en la tierra de promisión, Caleb y Josué”. ¡Terrible comparación! Pero ¿será menos terrible lo que significa?

Hoy en día se nos predica mucho sobre la seguridad de que “todos vamos a la casa del Padre”. Y cabría preguntarnos ¿las palabras de Jesucristo quedaron obsoletas? ¿Tienen hoy los hombres la capacidad y el poder para cambiar las advertencias que Cristo lanzó? ¿Nuestro Señor, habló para toda la humanidad (incluyéndome a mí) o solamente fue para aquél pueblo de dura cerviz, para aquella época?

Se nos habla de la Misericordia de Dios, o más bien se nos quiere hacer creer, que Dios está obligado a hacernos misericordia ¿a pesar de vivir voluntariamente alejados de su santa Ley? Y ¡cuán de temer es esta seguridad tan parecida a un letargo! ¡Voy por el camino ancho, espacioso, y ¿espero llegar al termino del camino estrecho? ¡Qué confianza más irracional!

PROPÓSITO DEL DÍA

Debo decidirme a hacer todos los esfuerzos imaginables para entrar por la puerta estrecha.

¡No hay dos caminos para la Vida!

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