La extravagancia de mi conducta


Considera la extravagancia de una conducta tan irracional, y tan contraria al buen juicio ¡Creer que solo estamos en el mundo para amar y para servir a Dios, y pasar los días de la vida sin amarle, antes bien dedicarse todos los días únicamente a ofenderle!

¡Creer que hay infierno, y que este infierno eterno y espantoso puede ser justa pena de un solo pecado mortal; y vivir tranquilamente en pecado, multiplicando todos los días las culpas! Abismo de llamas inextinguibles encendidas por el poder de Dios para castigar al pecador, infierno, caos inmenso de tormentos eternos, ¿es posible que seas tú objeto terrible de mi fe, y que pueda vivir impenitente y en pecado?

Y esos hombres y mujeres perdidos, cuya vida es una perpetua cadena de culpas; impíos que se burlan de las más santas devociones, y hacen chacota del infierno mismo, ¡creen de veras que hay infierno!

Esas personas dedicadas al servicio de Dios por los votos más solemnes, y que, hallándose en estado tan perfecto, tienen una vida tan poco regular, y muchas veces tan mundanas; ¡esas personas creen todo el rigor de los formidables juicios de Dios, y aun hacen al pueblo una vivísima pintura de ellos!

Esas personas consagradas al ministerio de los altares, cuyo porte desdice tanto de su sagrado ministerio; esos sacerdotes del Señor, que se allegan con tan poca decencia, con tan poco respeto, y tal vez con tan poca religión al altar, ¡creen que es real y verdaderamente el mismo Jesucristo el que tienen en sus manos, el que ofrecen en sacrificio al Dios vivo; que es su cuerpo adorable y su preciosa sangre con los que se alimentan! Comparad esas costumbres con la santidad de la religión que profesan; ajustad lo que practican con lo que creen.

Se cree, en general, que el Evangelio es la única regla de las costumbres; que cualquier otro sistema de vida es errado; que el camino del cielo es estrecho; que la vida cristiana es vida de mortificación y de cruz; que el reino de los cielos se conquista a viva fuerza. Se cree que la ley cristiana pide una gran perfección. Si todo eso es lo que en nuestra razón aprendimos y descubrimos que son máximas de nuestra fe; pero si hago reflexión sobre mi presente vida, sobre lo que en general han sido mis acciones, puedo afirmar: Tengo la fe, creo todas esas verdades; pero, ¿mis costumbres, mis máximas, mi conducta corresponden a mi fe?


PROPÓSITO DEL DÍA

Hacer un examen diario de un cuarto de hora para preguntarte a ti mismo si tu conducta corresponde a tu fe.


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