Pagarías por ser Santo
Solo el
pensar que Dios nos ha llamado a la perfección y a la santidad, debería ser
motivo de alegría para un cristiano, pues sabemos que Dios no pide imposibles a
sus criaturas.
Pero, ¿acaso
nos acobarda lo mucho que cuesta ser santo? Pues ¿por ventura cuesta más de lo
que vale el Cielo? ¿es más de lo que Dios merece? Las dificultades nos
espantan, los trabajos nos aterran. Vanos espantajos son, el terror, el pánico,
y las dificultades imaginarias que se desvanecen luego que se entra con valor a
la carrera de la virtud. Pregunto ¿no cuesta trabajo, no hay dificultades que
vencer para hacerse rico, para lograr un empleo? ¿Crees que no hay muchas
dificultades para fabricarse una quimérica fortuna? ¡Qué de fatigas, qué de desvelos,
qué de desaires, cuántos sacrificios y renuncias, cuántas amarguras hay que
devorar y que tragar! Mas ¿qué fortuna hay en el mundo tan brillante que valga
los sudores, las congojas, los cuidados, los desaires, las mortificaciones y
los abatimientos que es menester sufrir para lograrla? Ningún camino hay en
esta vida que no esté lleno de espinas y obstáculos; y con todo esto, a ninguno
acobarda este montón de dificultades.
Cuesta
trabajo ser santo, es verdad, no lo niego; es menester mortificar las pasiones;
es preciso estar siempre con las armas en la mano; es indispensable entrar en
mil batallas, vencer siempre al enemigo, y vencerse a sí mismo; pero también se
ha de confesar y reconocer, que Dios comunica por medio de su gracia tal
unción, tal dulzura al corazón, que se hace suavísimo el fruto de esas cruces.
¡Qué consuelo se siente aun entre los rigores de la más severa penitencia! Mas,
supongamos que no se percibiese en el cáliz más que amargura, ni se pisasen más
que espinas y abrojos en el camino; cuando se trata de ser eternamente feliz, o
de ser eternamente desventurado, ¿habrá qué deliberar?
¿Te parece
que los santos compraron muy cara la santidad? ¿Costó demasiado a Santa
Margarita de Cortona? Fue larga, fue rigurosa su penitencia, pero ahora ¿le
parecerá a la santa que fue excesiva? ¿le pesarán hoy el rigor de sus
disciplinas? Todos aspiramos a la misma dicha que gozan los santos, todos
esperamos llegar al mismo término; mas ¿vamos todos por el mismo camino?
¡Oh
inestimable felicidad, oh dichosa suerte la de los santos! ¿cómo te he podido
yo perder de vista ni un solo momento? ¿qué otra fortuna ha podido neciamente
ocupar lo que debiera ser mi ambición?
PROPÓSITO DEL DÍA
Leer del
libro de la Imitación de Cristo (Kempis) un punto cada noche antes de dormirme.
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