La santidad del seglar
Después de la santidad
de un religioso y de un sacerdote, hablemos de la Santidad en un seglar. Para
ello elegí al señor Martin, el padre de Santa Teresa del niño Jesús. Luis Martin fue beatificado, junto a su esposa, el 19 de octubre
de 2008 en Lisieux, y no porque él fuese el padre de Santa Teresa (lo que no es
poca cosa...) sino porque realmente vivió una vida Santa.
Luis era relojero de
profesión, estaba casado y era padre de nueve hijos (cuatro mueren a una edad
temprana). Con su esposa Celia, iban a misa a las 05:30 todos los días y acogía
en su casa a los pobres del lugar, ayudándoles además con sus limosnas. Se negó
a abrir su tienda el domingo, renunciando por lo tanto a un beneficio extra que
hubiera venido muy bien a su familia numerosa y de escasos recursos económicos.
Su esposa murió joven,
dejándole la responsabilidad de todos los niños, de los que él se ocupó
totalmente. Ofrecerá a Dios todas sus hijas... Cuando Teresa, su favorita, pide
entrar en el Carmelo a los 15 años, él lo aceptó inmediatamente. Debido a su
corta edad, tuvo que solicitar una dispensa canónica al Sr. Obispo Hugonin, el cual,
señaló que Teresa podría esperar unos años y cuidar de su anciano padre.
El Sr. Martin se
presentó a Monseñor Hugonin y le dijo: “Dios
me hizo un honor inmenso al tomar a todas mis hijas”. Quedó tan
impresionado el Obispo con estas palabras tan llenas de fe y en boca de un
hombre que con ello demostraba su disposición a renunciar a cualquier consuelo
y cuidado en su vejez, que no dudó en conceder la dispensa a Teresa.
Llegó al final de su
vida, soportando con cristiana resignación, una enfermedad mental que lo llevó
a vivir en un hospicio. En sus momentos de lucidez, decía que era bueno que en
su vida hubiese alguna humillación que soportar...
Retengamos esta imagen
de un cristiano en el mundo: Martín supo poner en el corazón de su vida, el espíritu
de sacrificio.
Santa Teresa hablando
sobre sus padres dijo un día: “Dios me dio un padre y una madre más dignos
del Cielo que de la tierra”. Esta frase, que bien vale una canonización,
muestra que la santidad ¡es posible para cualquier persona y en cualquier lugar!
PROPÓSITO DEL DÍA
Orar para que las
vocaciones fructifiquen en nuestras familias
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