El confesionario: la gran escuela de los sacerdotes santos


“¡Vete, animal, vete!”

En la sacristía, frente al confesionario en el que el Padre Pío recibía los penitentes, Mario Tentori, sentado sobre un banco, esperaba su turno. Mientras hacía su examen de conciencia, escuchó al Padre gritar: “¡Vete, animal, vete!” Las palabras del Santo se dirigían a un hombre que se había arrodillado a sus pies para confesarse y que salió del confesionario humillado, muy conmovido y confuso. Al día siguiente Mario tomó el tren en Foggia para volver a Milán. Se sentó en un compartimento en el que sólo se hallaba un viajero. Éste lo comenzó a mirar, manifestando visiblemente el deseo de entablar el diálogo. Finalmente se atrevió y le preguntó:

— ¿Ayer no estabas tú en San Giovanni Rotondo, en la sacristía, para confesarte con el Padre Pío? — ¡Sí! — contestó Tentori. — El otro prosiguió: — Estábamos sentados en el mismo banco; tenía el turno justo anterior al tuyo. Soy el que el Padre Pío expulsó llamándolo «animal». ¿Lo recuerdas? — Sí, — afirmó Mario. — El compañero de viaje continuó: — Al estar fuera del confesionario, tal vez ustedes no escucharon las palabras que motivaron la reacción del Padre. Ahora bien, el Padre Pío me dijo textualmente: «vete animal, vete, porque de acuerdo con tu mujer has abortado tres veces». ¿Comprendes? El Padre me dijo: «¡Has abortado!» Se dirigió a mí, porque la iniciativa del aborto siempre vino de mí”.

Y prorrumpió en sollozos, expresando así ‒como lo afirmó él mismo‒ su dolor, la voluntad de no pecar más, y la firme determinación de volver a encontrarse con el Padre Pío para recibir la absolución y cambiar de vida.

El rigor del Padre Pío había salvado la vida de un padre que, después de haber negado la vida a tres criaturas, estaba en peligro de perder su alma para la eternidad.

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