19 Junio: Santa Juliana Falconeri
Oh Dios, que por traza admirable te dignaste recrear con el precioso cuerpo de tu Hijo a tu santa virgen Juliana en su postrera enfermedad: suplicámoste nos concedas, por la intercesión de sus méritos, que, alimentados y confortados también con él en la lucha de nuestra muerte, con aquél mismo seamos llevados a la patria celestial. (Oración de la Misa de Santa Juliana)
Santa Juliana nació en Florencia en 1270, de la ilustre familia de los Falconieri. Su tío, Alexis Falconieri (Beato) fue con San Felipe Benito, uno de los fundadores de los Siervos de María. Desde su infancia, demostró una gran perfección y gran piedad. Más tarde, renunció a todos sus bienes materiales, para convertirse en oblata bajo la dirección de San Felipe Benito. ¡Otras mujeres se unieron pronto a ella, incluyendo a su propia madre! Nacieron así las “mantellate”, rama femenina de los Siervos de María! Tuvo siempre una vida edificante, notable por la humildad y la penitencia.
La oración de su misa se refiere a un milagro al final de su vida: fue el 12 de junio de 1341. Santa Juliana tenía 70 años, estando desgastado su cuerpo por las muchas y grandes penitencias, su estómago rechazó todo alimento y ya no podía recibir la comunión. Pidió no obstante al sacerdote que pusiera la Sagrada Hostia muy cerca de ella. En ese momento, la Hostia desapareció y Juliana expiró con una sonrisa! Más tarde se encontró la marca de esta Hostia impresa en su pecho...
El milagro de Santa Juliana me lleva a hablaros hoy de los enfermos y los moribundos. En un país cristiano, no debiera dejarse a nadie en la soledad de la enfermedad o final de la vida; sobre todo, si es un miembro de nuestra familia... Y ante todo, pensemos en recurrir a la asistencia del enfermo por un sacerdote. Acabemos con el supuesto miedo de asustar al enfermo.
¿Puede haber un mayor reconfort, una mayor necesidad, en el momento de la prueba o de la salida de este mundo, que el de poder recibir el perdón del Señor y la Eucaristía? Nuestra conciencia está comprometida en ello...
PROPÓSITO DEL DÍA
Oremos por nuestros hermanos que hoy van a morir.
Santa Juliana nació en Florencia en 1270, de la ilustre familia de los Falconieri. Su tío, Alexis Falconieri (Beato) fue con San Felipe Benito, uno de los fundadores de los Siervos de María. Desde su infancia, demostró una gran perfección y gran piedad. Más tarde, renunció a todos sus bienes materiales, para convertirse en oblata bajo la dirección de San Felipe Benito. ¡Otras mujeres se unieron pronto a ella, incluyendo a su propia madre! Nacieron así las “mantellate”, rama femenina de los Siervos de María! Tuvo siempre una vida edificante, notable por la humildad y la penitencia.
La oración de su misa se refiere a un milagro al final de su vida: fue el 12 de junio de 1341. Santa Juliana tenía 70 años, estando desgastado su cuerpo por las muchas y grandes penitencias, su estómago rechazó todo alimento y ya no podía recibir la comunión. Pidió no obstante al sacerdote que pusiera la Sagrada Hostia muy cerca de ella. En ese momento, la Hostia desapareció y Juliana expiró con una sonrisa! Más tarde se encontró la marca de esta Hostia impresa en su pecho...
El milagro de Santa Juliana me lleva a hablaros hoy de los enfermos y los moribundos. En un país cristiano, no debiera dejarse a nadie en la soledad de la enfermedad o final de la vida; sobre todo, si es un miembro de nuestra familia... Y ante todo, pensemos en recurrir a la asistencia del enfermo por un sacerdote. Acabemos con el supuesto miedo de asustar al enfermo.
¿Puede haber un mayor reconfort, una mayor necesidad, en el momento de la prueba o de la salida de este mundo, que el de poder recibir el perdón del Señor y la Eucaristía? Nuestra conciencia está comprometida en ello...
PROPÓSITO DEL DÍA
Oremos por nuestros hermanos que hoy van a morir.
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