El sacerdote

“Imitad lo que hacéis... Que vuestra enseñanza sea para el pueblo de Dios un remedio espiritual; que el perfume de vuestra vida sea la alegría de la Iglesia de Cristo; vuestra predicación y el ejemplo de vuestra vida edifiquen la casa, es decir la familia de Dios...”  (Tomado del Pontifical de la ordenación de sacerdotes).

En este día en el que la liturgia no festeja ningún santo, vamos a hablar sobre el sacerdocio; porque a finales de junio, en muchos lugares, se llevarán a cabo las ordenaciones sacerdotales. El texto más arriba, extraído de la liturgia de la ordenación sacerdotal, nos muestra lo que debe ser ese hombre consagrado al servicio de Dios y a las almas. ¡Debemos mirarlo como un regalo increíble de Dios!

Un hombre que se convierte en sacerdote, es una bendición para su alma, al quedar especialmente unido a Cristo Jesús; una bendición para su familia, que va a recibir una recompensa especial de Dios; una bendición para los fieles, que recibirán un nuevo pastor que los conducirá a Dios.

La enseñanza de la Iglesia sobre el sacerdocio es perfectamente clara y muy exigente: lo que ella espera de un sacerdote, su ideal, es que sea un testigo transparente de Cristo, otro Cristo, allí donde se le enviará. ¡Nada más ni nada menos!

Hay y vemos a sacerdotes estar por debajo de esas exigencias que la Iglesia les pide. Hoy en día está muy de moda criticar, y... ¿quién no lo ha hecho? Pero nunca olvidemos que un sacerdote –a pesar de…– es alguien que ha entregado totalmente su vida al Señor y a nosotros.


PROPÓSITO DEL DÍA

Oremos por los sacerdotes que serán ordenados este año

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