¿En qué consiste la igualdad de ánimo?
La igualdad de ánimo es una virtud sumamente
necesaria, cuya ausencia es frecuentemente la causa de nuestras caídas.
¿Que és?
Es la virtud que nos sostiene inalterables a pesar de las dificultades que
nos puedan sobrevenir, nos hace dueños de nuestras pasiones y afectos, nos hace
conservar la paz y la tranquilidad del alma, el mismo humor, la misma serenidad
y alegría, la misma caridad en nuestro trato con los demás, en fin, el mismo
ejercicio de las virtudes que estamos practicando sin desanimarnos y sin
hacerlo todo a un lado.
Es una virtud sumamente necesaria porque la experiencia nos dice que muchas
veces, por desgracia es la causa de nuestras caídas. ¡Cuánto daño nos ha hecho
esta falta de dominio de nuestro modo de ser! Quizá íbamos muy tranquilamente
por la senda de la virtud, nos parecía que todo era fácil y hacedero; de
repente, se turbó esa paz y vino la tormenta con las tentaciones que el demonio
desencadenó y todo o casi todo naufragó; cambiamos por completo, nos pareció
que era imposible ya y que esa vida no era para nosotros.
En otras ocasiones estábamos trabajando para la gloria de Dios, todo salía
a nuestra satisfacción, hasta los demás nos aplaudían y admiraban, pero de
pronto hubo un cambio, brotaron dificultades donde no las esperábamos y ya
desanimados y desilusionados, dejamos aquello con desaliento. Hasta nuestro
trato con las personas que nos rodean cambia conforme a los sentimientos o a
las impresiones que tenemos, así los solemos tratar: unas veces con afabilidad
y cariño, otras con displicencia y enfado, ya con tristeza y amargura, ya con
alegrías y bromas.
Si todo nos sale bien, parecemos los más felices; si alguna cosa se
trastorna o nos disgusta, ya nos falta la resignación debida para sobreponernos
a nosotros mismos y llevarla con alegría. ¡Qué volubles y variables somos! ¡Qué
distintos unos días de otros! ¿Quién no ha pasado por esas crisis y
experimentado esas mudanzas en sí y en los demás? ¿Cuántas veces no lo hemos
visto en algunas personas y lamentamos que sean tan desiguales en su trato, en
su genio, en su humor?
Consecuencias
El alma que carece de esta igualdad es un alma incapaz de salir adelante
con nada; nunca llevará a feliz término alguna empresa de importancia. Su
virtud será muy superficial, y todo lo que haga un día, lo echará a perder al
día siguiente por su falta de igualdad, que supone, evidentemente, una gran
falta de dominio y mortificación. Estas almas que no saben triunfar de sí
mismas, menos podrán triunfar de las dificultades que les vienen de fuera. Son
víctimas de la volubilidad y caminan o se detienen sin rumbo fijo, pues la
última impresión es la que las domina. ¿Reciben una buena noticia? Se alegran y
gozan como nadie. ¿Es algo desagradable lo que se cuenta? Se deprimen
irremediablemente. Estos caracteres impresionables que no se dominan a tiempo,
son incapaces de terminar bien las cosas que se les confían, pues no sirven
para nada serio y de importancia.
En cambio, las consecuencias de un alma que sabe guardar su ecuanimidad, de
suerte que aparezca igual y constante siempre, son completamente distintas.
¡Qué simpatía las rodea! ¡Qué confianza inspiran! Parece que se ve a través de
su rostro tranquilo y de su mirada serena, la paz imperturbable de su alma,
donde Dios está sosteniéndola, confortándola y dirigiéndola. No es una estatua
insensible, ni es esto lo que nos pide la virtud de la igualdad; eso sería
irracional y absurdo. La igualdad no quita la sensibilidad, sino que modera de
tal modo, que en medio de las impresiones que recibe, sabe sostenerse en medio
del oleaje.
Esto y no otra cosa es lo que nos pide esta virtud, que entre los diversos
acontecimientos que nos ocurran: dulces y agradables o amargos y desagradables,
no perdamos la cabeza. Las almas siempre iguales son capaces de todo, nada las
asusta; son almas grandes, superiores a todas las cosas. ¡Qué paz! ¡Qué
consuelo! ¡Qué ambiente de serena tranquilidad difunden a su alrededor estas
almas!
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