Los engaños de los Testigos de Jehová




Antonio Carrera sabe de qué habla, pues él mismo fue durante 13 años miembro de la organización de los Testigos de Jehová, secta anticristiana fundada en 1870 en Estados Unidos por Carlos Taze Russell, y llegó a ocupar en ella importantes cargos, pero la abandonó cuando descubrió los engaños de la secta. 
Desde entonces se ha dedicado a desenmascarar a los dirigentes de la secta, verdaderos responsables de ese infame negocio, y a orientar a los lectores de sus libros y oyentes de sus conferencias para que no caigan en el abismo en que él cayó, y del que pudo salir gracias a la misericordia divina, regresando a la Iglesia católica. 
Mis queridos lectores:
Pido a Dios que nunca tengan que sufrir el desengaño que yo experimenté al descubrir la falsedad de los testigos de Jehová. Le doy gracias a Dios por su bondad y misericordia, ya que me salvó de hundirme en el ateísmo, como les suele suceder a casi todos los que abandonan la secta de «La Atalaya». Yo, que viví en la Iglesia Católica durante 28 años, y después fui enemigo enconado de ella, he vuelto al seno de la misma. Soy católico, y deseo reparar de alguna manera el daño que hice, escribiendo para alertar a las ovejas del redil de Cristo, contra los falsos profetas llamados testigos de Jehová (Mt. 24 11; 7 15-23).
Permanecí 13 años encadenado a la secta, y ocupé en la misma altos cargos como dirigente. He visitado miles de hogares predicando las falsas enseñanzas de la secta y haciendo proselitismo. Prácticamente he dedicado toda mi vida, durante los 13 años con ellos, pues solamente en concepto de predicar, empleé 3.542 horas, les vendí 570 libros, 580 folletos y 3.700 revistas. Y ¿cuántas personas he captado para la secta?...

Cómo lo hacen a uno «testigo»

El primer contacto con los «testigos» suele ser deslumbrador. Te ofrecen ingresar en un grupo en el cual –según ellos– todas las personas son excelentes, bondadosas y amorosas en grado máximo. Las primeras visitas a sus reuniones te aturden con tanto saludo y amabilidad; pero esto dura poco tiempo: después nadie se preocupa de uno, excepto para vigilarlo si falta a las reuniones, o si no sale con frecuencia a visitar los hogares para venderles su literatura. Desde el principio te llenarán la casa de libros, folletos y revistas –cobrándotelos, naturalmente– con las ideas de la secta. Un miembro de la misma te instruirá semanalmente, y ya no te soltarán. El lavado de cerebro que te hacen hará que aceptes lo más disparatado, como dejar morir a un familiar antes que darle una transfusión de sangre. Te inculcan odio contra toda religión y gobierno, y esto les acarrea un sin fin de problemas. También rompen con amistades y familiares, y esto hace que se adhieran más al grupo y se fanaticen.
En las cinco horas de reunión semanal, aparte de lo que estudies en casa, te inculcarán predicar más y más, y vender sus libros, ya que el fin del mundo está cerca, y se salvarán solamente los que hagan mucho trabajo a favor de la secta. Y para que llegues a creer todo esto, ponen de «cebo» la Palabra de Dios, la Biblia de ellos, falsificada y mal interpretada. Esto que a ti, querido lector, te parecerá infantil y sin razón, tiene efecto real en mentes sencillas. Yo estuve 13 años encadenado y esclavo de esta organización diabólica, sin voluntad para ver o entender otra cosa que no fuera lo que dimana de ellos, los «Testigos». Y siempre daré gracias a Dios por haber descubierto el engaño y haberme liberado de tal atadura. Después de estar 13 años en posesión de lo que yo, en mi ceguera, creía ser un diamante valioso –la «verdad» de los testigos de Jehová– le di un martillazo, y ¡zas!… ¡falso! ¡Qué desilusión! ¡Y qué dolorosa fue esta experiencia! Quedé vacío espiritualmente, y estuve 4 meses enfermo. 
Continuará...

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