Harry Potter y el problema del bien y del mal (Fin)


(Continuación y final)
Las maldiciones son otra realidad presentada sin las distinciones necesarias que siempre han aprendido los católicos. Es verdad que hay maldiciones santas, las que vienen de Dios, por ejemplo, como la que lanzó sobre la serpiente en el Edén. Pero es muy claro que las maldiciones mencionadas en los libros de Harry Potter no son de esta categoría. En su sitio de internet se puede encontrar una lista de hechizos usados en sus libros, algunos de los cuales aparentan ser bastante inocentes: el Alohomora –el hechizo para abrir chapas, o el Tarantallegra– el hechizo de bailar. Pero sigue el Avada Kedavra –una maldición para matar (¡imperdonable!), y el Crucio– una maldición para producir dolor, o el Imperio –la maldición de adquirir un control total. Esta clase de maldiciones tiene una definición sencilla para los católicos: dañar a los demás por medio de la intervención diabólica. La Sagrada Escritura prohibe estas prácticas, porque requieren rechazar a Dios y recurrir a Satanás. “No haya en medio de ti quien haga pasar por el fuego a su hijo o a su hija, ni quien se dé a la adivinación, ni a la magia, ni a hechicerías y encantamientos; ni quien consulte a encantadores, ni a espíritus, ni a adivinos, ni pregunte a los muertos. Es abominación ante Yahvé cualquiera que esto hace” (Deut. 18, 10-12). Podría sacar otras muchas citas. Temo que el joven lector de las novelas de Harry Potter no reconocerá que tales maldiciones invocan el mal –y el origen de todo mal es diabólico. Además, el padre Amorth nos recuerda: “Cuando las maldiciones se lanzan con verdadera perfidia, especialmente si hay parentesco cercano entre la persona que maldice y la que es maldecida, el resultado puede ser terrible”. El padre expone muchos ejemplos escalofriantes.
La palabra hechizo (también conocida como maleficio) viene del latín male factus –hacer mal. Se puede hechizar, por ejemplo, al mezclar algo en la comida o bebida de la víctima. “Es cierto”, insiste el padre Amorth, ya que él ha hecho muchos exorcismos para librar a personas de tales hechizos. Su eficacia maligna no depende tanto de la materia que se usa, sino de la voluntad de dañar por medio de la intervención diabólica. Y es esta misma intervención diabólica la que las novelas de Harry Potter tan maliciosamente ignoran. La magia se presenta como cosa divertida, como un juego. Los hechizos son bien “suaves”. Se publican libros sobre el tema como “Hechizos para las Brujas Jóvenes”, descrito por su autor como un “instructivo para jóvenes”. Un brujo oficial de la Federación Pagana escribió “El Manual para Brujos Jóvenes”, que incluye hechizos para pasar los exámenes escolares o para conseguir novio. Aparentemente no hay motivo para preocuparnos. Nadie quiere decir la verdad que lo que comienza como hechizos divertidos puede llegar a un daño espiritual y psicológico, y hasta obsesión o posesión diabólica.
¿Cuál es el factor más peligroso en las novelas de Harry Potter? Es precisamente lo siguiente: no aparentan ser peligrosas. Harry Potter y sus amigos hacen hechizos, ven bolas de cristal... y todo está bien. La autora toma materias muy serias que la Iglesia católica ha condenado siempre y ha prohibido a sus hijos –la magia, la brujería, el sortilegio, leer la mano, la “ouija”, etc. – y las trata de manera ligera y burlona. En el ambiente actual, en que todos son invitados a experimentar con el ocultismo, no se debe ni entreabrir la puerta al príncipe de las tinieblas quien, “anda rondando y busca a quien devorar” (1 Pe 5, 8). Los libros que describen la brujería como cosa divertida e inocente, son engañosos. Ciertamente animan a los niños a aceptar sonrientes un tolerante aspecto New Age de la brujería. A mi parecer, ya basta.
A los cristianos no les es lícito ni experimentar con la magia, dice Santo Tomás de Aquino: “El hombre no ha recibido autoridad para gobernar a los demonios ni para servirse de ellos a su voluntad. Por el contrario, una guerra continua debe de reinar entre él y Satanás. De ahí que jamás le sea lícito pedir ayuda a los demonios, estableciendo con ellos pactos tácitos o expresos” (II-II, 96, 2, ad 3). Me parece lamentable que quitaran el exorcismo del rito bautismal, y hasta criminal que la oración de San Miguel Arcángel –que antes se rezaba después de cada Misa– ha sido eliminada después del Novus Ordo Missae. Creo que habrá muchos “golpes de pecho” dados por aquellos sofisticados padres de familia que juzgan estas críticas sobre los libros de Harry Potter demasiado “pesadas”, aun cuando la misma autoridad les avisa que sus obras se harán gradualmente tenebrosas y potencialmente perturbadoras. Es necesario considerar que abandonar bajo la influencia de esta clase de tinieblas, sin un recurso habitual a la fe y a la asistencia de la gracia, a las almas inocentes de los niños, puede llevarlas en un futuro cercano o lejano, a graves desórdenes y crímenes horrendos. Mientras considero la serie de aventuras de Harry Potter, que presenta la brujería en todas sus formas como cosa normal, recuerdo la condenación hecha por el profeta Isaías: “Ay de los que al mal llaman bien, que de la luz hacen tinieblas y de las tinieblas hacen luz” (5, 20).
Marian Therese Horvat, Ph.D.
Columnista, California

Comentarios

  1. Muchas gracias por sus enseñanzas pues a i mucha ignorancia sobre estos temas i los niños son inocentes i necesitan mucha explicación por parte de sus padres

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