Espiritualidad de Fátima

Los caracteres de la espiritualidad de Fátima han de ser necesariamente los mismos que los específicos de la espiritualidad cordimariana, ya que el Corazón Inmaculado de María es su origen y coronamiento. Vamos a enumerarlos brevemente. En la espiritualidad de Fátima encontramos unos caracteres que son propios y esenciales de toda espiritualidad cordimariana y aparecen siempre en ella, mientras que otros son puramente circunstanciales a la coyuntura y finalidad de las apariciones de Fátima. 
Entre los primeros destacan los siguientes: 

1º Espíritu filial para con la Santísima Virgen. 
Cuando el Corazón de María se abre de par en par como en Fátima, no puede despertar en los hombres más que la respuesta del amor filial más tierno. El Corazón de María no puede ser otra cosa que Corazón de Madre, y sólo con corazón de hijos nos podemos dirigir a Ella. Y así fue la respuesta de los videntes: profundamente filial.

Jacinta repetía con la mayor ternura: «Gusto tanto del Corazón Inmaculado de María. Es el Corazón de nuestra Madrecita del cielo...». Y pocos días antes de su muerte se dirigía a Ella con la más tierna de las quejas: «Oh Madrecita del cielo. ¿Es posible que tenga que morir sola?». 
Lucía, por su parte, escribe: «Es el Corazón de la mejor de las Madres, velando siempre atento por la última de sus hijas».  

En este mismo sentido decía el santo Papa Pío XII en ocasión solemne: «Vuestra presencia hoy en este santuario... está atestiguando que la Virgen, Nuestra Señora, la Inmaculada Reina, cuyo Corazón maternal hizo el milagro de Fátima, ha escuchado sobreabundantemente vuestras súplicas».  
Y el Obispo de Leiria, con más claridad aún, si cabe: 
«Si después de todo esto buscamos la causa última de todas las apariciones, tan ricas en enseñanzas y maravillas, es manifiesto que, esta causa la encontramos en la materna ternura del Corazón Inmaculado de María, Madre de Jesús y Madre nuestra». 

2º Una llamada a la interioridad. 
Si hay algo que la expresión Corazón de María evoque espontáneamente, es la idea de interioridad, de llamada hacia dentro. Basta detenerse en la vida espiritual de los videntes para convencerse de ello. Desde las primeras apariciones del ángel se repliegan hacia dentro, hacia la intimidad, buscando la soledad para tratar a solas con Dios y con el Corazón de María en el silencio y soledad de la oración. 

3º Una fuerza de convergencia o concentración. 
Es una idea que no menos espontáneamente viene al pensamiento al hablar del Corazón de María y del símbolo que lo encarna y sensibiliza. El corazón en el orden físico es el centro y el resumen, la raíz última de la vida; y en el orden moral y simbólico resumimos en él toda la vida afectiva y aun toda la vida interna. 

No deja de llamar la atención el que, en las apariciones de Fátima, la Santísima Virgen se muestre a los videntes bajo las más comunes y populares advocaciones: la Virgen del Carmen, la Virgen de los Dolores, la Virgen del Rosario sobre todo; y como fondo de todas ellas, la devoción al Corazón de María, queriendo dar a entender que ha de dar a todas las demás hondura y consistencia. 

¿No querrá con todo esto la Santísima Virgen darnos una lección de suma importancia en nuestros tiempos, en los que, con pretexto de hacer prevalecer una devoción preferida, se siembran tantas disensiones y tanta desorientación en el pueblo, como queriendo hacer a la Santísima Virgen rival de Ella misma? ¿No querrá Ella advertirnos que en todas esas advocaciones, si no llegamos nosotros, o no hacemos llegar al pueblo a su Corazón, son devociones vacías y sin contenido, rayanas muchas veces en la superstición?  

Aquí también podríamos encontrar la explicación de por qué en el mensaje de Fátima adquiere tanto relieve la recomendación constante del rezo del Santo Rosario, como devoción integral y profundamente teológica. La devoción del Santo Rosario y el Corazón de María deben de tener relaciones muy estrechas cuando se las recomienda en Fátima tan constantemente y en una unión tan íntima.  
Se acepta ya comúnmente que el Rosario y la devoción al Corazón de María son dos devociones paralelas, por no decir idénticas. Tal vez no sea del todo exacta esta apreciación. Aunque no podemos negar que hay relaciones reales entre ambas, no son relaciones de identidad ni de paralelismo, sino de complementariedad. Expliquémonos.  
El Rosario es como la periferia de la circunferencia, que nos hace recorrer uno a uno los misterios de la vida del Señor y de la Santísima Virgen; es, por lo tanto, la devoción de la variedad, aunque desde la variedad trate en cada caso de buscar el centro y la unidad, que es el Corazón de María. Es la devoción mariana que camina de lo múltiple a lo uno. 
La devoción al Corazón de María procede a la inversa, es decir, desde el centro a la periferia. Es la devoción de la unidad, la que tiende a dar sentido y contenido a todas las devociones, a todos los misterios de la vida del Señor y de la Virgen, que meditamos en el santo Rosario. 

San Antonio María Claret, como precursor de Fátima, comprendió exactamente las relaciones que median entre el santo Rosario y la devoción al Corazón de María. Por ello escribía: «Para llegar al Corazón de María, el camino más corto y seguro es el santísimo Rosario». Y un ilustre obispo español, concluye bellamente: «El Rosario es la llave de oro que nos abre de par en par el Corazón de nuestra Madre celestial».  

Así es como deben entenderse las relaciones entre el Rosario y la devoción al Corazón de María. El Rosario es como un retablo maravilloso, que con una variedad y magnificencia espléndidas, nos va haciendo contemplar los misterios de la vida del Señor. Pero el Corazón de María es el centro en que convergen, en que se enraizan, donde cobran sentido y unidad. 

Estos tres caracteres que acabamos de señalar los juzgamos esenciales a la espiritualidad cordimariana, donde quiera que se presente, de tal manera que apenas si se puede concebir sin ellos; por eso no podían estar ausentes en la espiritualidad de Fátima. Vamos a ocuparnos ahora de otros dos, que son característicos de esta espiritualidad, tal y como en Fátima se revela. 

4º Carácter expiatorio y reparador. 
 Es éste un carácter que aparece con tanto relieve en todas las apariciones de Fátima, que no es difícil encontrar testimonios. Es la recomendación constante de la Virgen a los videntes. Reparar las ofensas hechas contra el Señor y contra el Corazón Inmaculado de María, es algo que se les convierte en obsesión. 

«¡Ellos están tan tristes! –exclamaba Francisco–. Si con estos sufrimientos nuestros les pudiéramos consolar, ya nos podíamos dar por satisfechos». 

«En aquella luz tan grande que les metió la Virgen en el pecho, él –Francisco– vio a Dios lleno de tristeza por tantos pecados». «Francisco –le preguntaba una vez su prima–, ¿tú qué prefieres, consolar a Nuestro Señor o convertir pecadores, para que no vayan al infierno? –Prefiero consolar a Nuestro Señor. ¿No te fijaste cómo Nuestra Señora, aún en el último mes, se puso tan triste, cuando dijo que no ofendiesen a Dios Nuestro Señor, que ya está muy ofendido? Yo quiero consolar a Nuestro Señor, y después, convertir pecadores, para que no le ofendan más». 

«¿Queréis ofreceros a Dios –les pide la Santísima Virgen en la primera aparición– para hacer sacrificios y aceptar voluntariamente todos los sufrimientos que El quisiera enviaros, en reparación de tantos pecados con que la divina Majestad es ofendida, para obtener la conversión de los pecadores y en desagravio de las blasfemias y ultrajes hechos al Inmaculado Corazón de María?». 

Y la misma Virgen a Lucía: 

«Mira, hija mía, mi Corazón rodeado de espinas, con que los hombres ingratos lo atraviesan a cada instante con sus blasfemias e ingratitudes. Tú, al menos, procura consolarme con la práctica de los primeros sábados de mes».  
Podíamos continuar llenando páginas enteras con testimonios semejantes. Quizá no haya cosa que resalte con tanto relieve en el mensaje de Fátima, como este espíritu de reparación al Señor y al Inmaculado Corazón de María. 

Otra cosa será explicar la dificultad teológica que envuelve este concepto de la reparación. Cómo pueden entenderse expresiones como éstas: «El Señor está triste; mi Corazón rodeado de espinas», etc. Sabemos que no pueden tomarse tal y como suenan a la letra; porque en verdad, ni el Señor ni el Corazón Inmaculado de María sufren actualmente. Mas, por otra parte, estas expresiones, como las del Corazón de Jesús a Santa Margarita, han de responder, por fuerza, a un contenido real.  

Recordemos ahora de nuevo, que este carácter reparador es únicamente circunstancial en la espiritualidad cordimariana; pues bien puede nutrirse y desarrollarse robusta, aunque prescindiera de este aspecto. 

5º Espiritualidad apostólica. 
Cuanto se ha dicho de la reparación, cabe decirlo del carácter apostólico de que aparece revestida en Fátima la espiritualidad cordimariana. No es un carácter ligado esencialmente a ella. Una vida totalmente consagrada a la contemplación, aun prescindiendo del apostolado directo, puede ser genuinamente cordimariana. Pero en Fátima, este carácter apostólico aparece con tanto relieve que no puede prescindirse de él en un recuento de las notas más destacadas del mensaje. 

Por otra parte, no es sólo en Fátima. Aunque teóricamente no se trate de un carácter consubstancial a la espiritualidad cordimariana, de hecho, aparece destacado en todas sus grandes manifestaciones. Recordemos sólo estos hechos, que son como los hitos de la devoción al Corazón de María: San Juan Eudes, la Archicofradía de Nuestra Señora de las Victorias, San Antonio María Claret, y Fátima ahora. Alguna relación muy íntima, que quizá nosotros no llegamos a descubrir del todo, debe existir entre el espíritu apostólico y la espiritualidad cordimariana.  

Por lo que a Fátima se refiere, recuerde el lector cómo la preocupación de convertir a los pecadores y de volver el mundo a Dios, es algo que está presente siempre en las palabras de la Virgen y en la vida de los pastorcitos.  Acabemos exhortando a los lectores que fíen sus anhelos de santidad al Corazón Inmaculado de María, en la seguridad de que también para ellos, como para la vidente, será «refugio y camino que los conducirá hasta Dios». 

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