¿Hay peligro en el Carismatismo? (1)

1ª Parte
Me han preguntado mi opinión sobre el Movimiento Carismático en la Iglesia Católica. Concretamente, me han efectuado la pregunta que aparece como título de este escrito. No la eludo, pero quiero dejar muy claro que esta respuesta va llena de amor. Amor por mis hermanos católicos que han volcado sus ansias espirituales en este movimiento, buscando a Dios en él. Sé que no todas mis consideraciones serán totalmente de su agrado, pero quiero subrayar que no van con ningún ánimo destructivo, ni que me refiero a ninguna persona en particular de una manera negativa. Va llena de amor, porque busca fundarse en los eternos principios católicos, y hablar de ellos es hablar de la Verdad, y la Verdad es Cristo. Cristo es amor y Él siempre habló sin buscar halagar los oídos de quien lo escuchaba. Es nuestro deber, tanto el amor a la Verdad como el amor a nuestros prójimos, más aún si con la mejor buena fe están ellos buscando de algún modo a Dios Nuestro Señor. Yo aplaudo la buena intención de muchos de ellos de profundizar en el conocimiento de ese “desconocido” para muchos: el Espíritu Santo, así como su búsqueda de un reencuentro con lo espiritual y sobrenatural, que es una respuesta -como veremos equivocada- al nefasto movimiento desacralizador y laicista entre muchos católicos. Sin embargo, a veces sin proponérselo, el camino buscado se inicia mal y con el paso del tiempo acaba desvirtuándose más, pasándose de un extremo al otro. A mis queridos hermanos que militan en el carismatismo les pido lean el presente artículo con un ánimo objetivo e imparcial, sin sentirse aludidos de una manera personal, pues lo que menos pretendo es ofender o molestar a ninguno de ellos. Si estas líneas mueven a la reflexión, en un ámbito de genuina caridad, sentiré que cumplieron con su objetivo. De la misma manera que ofrezco el mayor respeto a quienes participan en ese movimiento, les suplico ese mismo respeto para quien comulgando en la caridad con ellos y en el amor al Espíritu Santo, no mantiene su mismo criterio.
Este escrito se dividirá en dos partes. Primero efectuaremos algunas consideraciones preliminares -principalmente doctrinarias- para pasar luego a señalar lo que es el movimiento carismático.

CONSIDERACIONES INICIALES
(Favor de reflexionarlas detenidamente, tanto una por una, como en su conjunto)
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.1) El hombre será juzgado por Dios sobre la fe, la caridad y las buenas obras.

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.2) Dios otorga, al hombre, carismas de manera gratuita. (Ver los tipos de carismas en Rom. 12, 6-8, 1ª Cor 12, 7-11, 1ª Cor 12, 28-30).
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.3) No a todos los hombres les concede Dios la gracia de un carisma extraordinario.
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4) Se puede vivir perfectamente una vida cristiana y santa sin tener nunca uno de esos carismas.
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5) Muchos santos, verdaderos modelos de virtud, jamás gozaron de estos carismas (por ejemplo: Santa Teresita del Niño Jesús, que inclusive -por humildad- pidió a Dios no tenerlos).
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6) Lo carismas los otorga el Espíritu Santo PARA LA UTILIDAD DEL PRÓJIMO, no para vanagloria personal. El carismas es un regalo de Dios, no un merecimiento del hombre. Dice Santo Tomás que la gracia es doble: la santificante que une el hombre a Dios y otra (la carismática) que él denomina como gracia gratuitamente dada “por la cual un hombre coopera para que otro se encamine a Dios… se concede al hombre por encima de las facultades naturales y del mérito personal…De ella dice el apóstol: “A cada uno se le otorga la manifestación del Espíritu para la utilidad”, es decir, de los otros” (Ia IIae, 111, 1c).
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.7) No seremos salvados por haber o no recibido algún carisma, pero sí seremos responsables del buen o mal uso que hayamos hecho de ellos, en caso de REALMENTE haberlos recibido.
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.8) La vida cristiana debe fincarse en la caridad, ya que seremos juzgados en el amor. La aspiración del católico debe ser vivir en gracia santificante, único camino hacia Dios. La salvación se logra a través de la fe y las buenas obras. Recordemos el principio y fundamento de San Ignacio: “amar y servir a Dios en esta vida, para después verlo y gozarlo en la otra”. Fincar la vida espiritual en otro fundamento es erróneo. Si se finca en los carismas, estamos confundiendo un medio -uno entre tantos- como si fuera el fin. Dice San Pablo: “Si teniendo el don de profecía y conociendo todos los misterios y toda la ciencia, y tanta fe que trasladase los montes, SI NO TENGO CARIDAD, NO SOY NADA” (1ª Cor. 13, 2).
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.9) El carisma es un medio (que como ya se dijo, es PARA UTILIDAD Y AYUDA DEL PRÓJIMO). Siendo un medio, aunque extraordinario, no deja de ser como tal, UNO ENTRE MUCHOS OTROS. El centrar la vida de una comunidad o de un ser humano en ese medio, es desfigurar la vida cristiana. Los medios, deben tener una jerarquía como tales, y no deben sobrevalorarse, ni considerarse como fines. Las cosas son buenas si guardan la justa proporción y el lugar que Dios ha dispuesto para ellas. Como decía Chesterton, una virtud que pierde su jerarquía, que se extrema y se desfigura, se convierte en una virtud loca. Lo mismo debemos decir de los medios, también hay “medios” que se vuelven -más bien, que volvemos- locos. Por lo tanto, es un grave error (independientemente de la buena fe que exista en quienes así actúan) enfocar la vida cristiana hacia los carismas extraordinarios en lugar de orientarla hacia las virtudes cristianas.
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.10) Los carismas dados por Dios son buenos (subrayo: dados por Dios). Pero, cuando SE BUSCAN…¿en realidad será para luego aplicarlos en beneficio del prójimo o será por un insano deseo de lo extraordinario o para satisfacer una enfermiza curiosidad o para sentirnos seres privilegiados y superiores a nuestros hermanos? ¿O un poco de todo? Debemos contestarnos esto con toda sinceridad. ¿Por qué buscar los carismas y centrar nuestra religiosidad en ellos? ¿No es esto -en sí mismo- una prueba de cierto desequilibrio? ¿No debemos dejar que el Espíritu Santo sople donde quiera y no donde nosotros queremos? La humildad de Santa Teresita contrasta con esta actitud. Sé que muchos hermanos nuestros lo hacen con la mejor de las intenciones, se han dejado deslumbrar por lo SENSIBLE, por lo “EXTRAORDINARIO”, por lo EMOTIVO; se han dejado contagiar por esa psicosis colectiva que se retroalimenta entre unos y otros, llegando a creer que el único camino, la única vía, incluso, la salvación para la Iglesia es el movimiento carismático, buscando por ello que todos los católicos entren en él. La Iglesia tiene muchos medios -para eclesiásticos y seglares- para llevar al hombre hacia Dios. Las diferentes órdenes, congregaciones y organizaciones prueban, a lo largo de la historia, que existen infinidad de medios para lograr que hombre cumpla con Dios y con el prójimo, en el amor. He escuchado a hermanos que consideran al movimiento carismático casi como si fuera el único medio de salvación, de ahí su espíritu radicalmente proselitista, principalmente dentro de los mismos católicos. Incluso, se sienten incomprendidos por quienes no simpatizan o no desean participar con ellos: creen tener el mejor medio -si no es que el único- de salvación y con la mejor buena voluntad lo quieren compartir con todos, pero se sienten decepcionados de sus demás hermanos que no asienten a sus requerimientos. Muchos se sienten una minoría incomprendida, lo que los impele a un gran activismo, a la postre frustrante, puesto que se fundamenta más en la emotividad y en la sensibilidad que en una auténtica y genuina espiritualidad. No se dan cuenta que con su actitud, niegan el valor de los distintos medios de salvación dentro de la Iglesia Católica.
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.11) Tan grave es negar toda intervención sobrenatural de Dios como caer en la superstición de encontrar en todo acciones e intervenciones extraordinarias del Espíritu Santo. Una religión que desconoce lo sobrenatural es como el agua deshidratada: no existe, ya que niega su propia esencia. Pero las intervenciones extraordinarias son precisamente lo que su nombre indica: extraordinarias. Los dos extremos son malos. Ni escepticismo ni credulismo. Conforme a la fe y las virtudes, debe juzgarse el origen de los carismas, para discernir si realmente son tales. Incluso existen seudo milagros y seudo dones, en donde sólo están presentes aspectos sicológicos del individuo o histeria colectiva o, incluso, hasta posibles intervenciones del Maligno. Por ejemplo: hablar lenguas es un carisma señalado por San Pablo, pero también -según el ritual católico- es un posible signo de posesión diabólica. De ahí, la grave necesidad del discernimiento. El buen discernimiento debe estar divorciado de cualquier influencia emocional o emotiva, algo bastante difícil para quien fundamenta su religiosidad en ello.

Autor: Lic. Oscar Méndez Casanueva
(Continua...)

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