Miércoles, 20 de febrero: De Feria
Aprovecharemos unos días que litúrgicamente no se celebra ningún santo para hablar sobre la espiritualidad de este ciclo litúrgico: el tiempo de septuagésima.
Con el domingo de septuagésima, la Iglesia cambia : es el color morado de los ornamentos como un signo de tristeza y eliminado el canto de alegría, el Aleluya. Aun que de momento todavía no hayamos entrado en la Cuaresma... La liturgia no habla aún de la penitencia, sino que medita y reflexiona sobre el pecado de Adán y Eva; así como el triste estado en el cual nos ha dejado el pecado original. Mucho peor que las enfermedades, los desastres naturales y crisis económicas, es esta herida en el corazón del hombre, este pecado, de donde provienen los asesinatos, los adulterios, la fornicación, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias según el testimonio de Nuestro Señor mismo... Necesitaremos vivir en un mundo dañado, marcado por el pecado... ¿Por qué insistir en ello, ariesgándonos caer en el cinismo o la rebelión?
Debemos crear dentro de nosotros una gran expectativa: no podemos quedarnos impávidos ante tanto mal. Un poco como la Virgen se atrevió decir a Santa Bernardita, con una cara triste y mirando a la multitud: ¡Rezad a Dios por la conversión de los pecadores!
PROPOSITO DEL DIA :
Recita despacio un acto de contrición
Con el domingo de septuagésima, la Iglesia cambia : es el color morado de los ornamentos como un signo de tristeza y eliminado el canto de alegría, el Aleluya. Aun que de momento todavía no hayamos entrado en la Cuaresma... La liturgia no habla aún de la penitencia, sino que medita y reflexiona sobre el pecado de Adán y Eva; así como el triste estado en el cual nos ha dejado el pecado original. Mucho peor que las enfermedades, los desastres naturales y crisis económicas, es esta herida en el corazón del hombre, este pecado, de donde provienen los asesinatos, los adulterios, la fornicación, los robos, los falsos testimonios, las blasfemias según el testimonio de Nuestro Señor mismo... Necesitaremos vivir en un mundo dañado, marcado por el pecado... ¿Por qué insistir en ello, ariesgándonos caer en el cinismo o la rebelión?
Debemos crear dentro de nosotros una gran expectativa: no podemos quedarnos impávidos ante tanto mal. Un poco como la Virgen se atrevió decir a Santa Bernardita, con una cara triste y mirando a la multitud: ¡Rezad a Dios por la conversión de los pecadores!
PROPOSITO DEL DIA :
Recita despacio un acto de contrición
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