LA VOLUNTAD (2)
¿Por qué la voluntad
debe tender hacia el bien racional?
Porque ese es el fin del hombre. El hombre, en efecto ha sido criado
para conocer, amar y servir a Dios. Pero como este conocimiento y amor, en el orden de la naturaleza, no pueden
ser inmediatos, se realizan por el conocimiento y amor de las perfecciones
divinas que resplandecen en las criaturas. Por otra parte, el amor racional
lleva al servicio de Dios, pues ha de tener por efecto inducir al hombre a
asociarse a la voluntad divina, correspondiendo a los fines de las criaturas.
Por consiguiente, la voluntad tiene obligación de tender hacia el bien
racional, porque en esa tendencia consiste su propia bondad, y por el mismo hecho, la gloria de Dios.
¿Tiende la voluntad
hacia el bien racional de una manera imperiosa o libremente?
Dios ha depositado en todas las criaturas una fuerza atractiva que ha
de obrar en las facultades apetitivas; esta fuerza atractiva es, por
consiguiente, algo de imperioso.
El estado de pasividad de la facultad apetitiva con relación a la
fuerza atractiva del bien, se diversifica según la naturaleza del ser en que se
halla. En efecto, el movimiento de la facultad apetitiva es diferente según que
se trate de un ser inanimado o de un ser animado, y entre los mismos seres
animados es diferente el de una viviente vegetal y el de un viviente animal. De
donde resulta que a medida que se sube en la escala de los seres se encuentra
una facultad apetitiva menos pasiva; el ser inanimado sigue ciegamente las leyes de la naturaleza; el ser vegetal se pliega ciegamente a las leyes de su
naturaleza; el ser animal obedece
instintivamente a las leyes de su naturaleza. De cualquier modo que sea, en todos los seres
inferiores al ser racional, las facultades apetitivas excitadas directamente
por la virtud atractiva del “bien” que les es propio, van movidas por una fuerza imperiosa, por la fuerza del instinto.
En el ser racional, la facultad apetitiva, o voluntad, excitada por la
vista consciente del bien, se mueve por su propia y libre determinación. Esta
es la razón por qué la voluntad es la facultad motriz superior y reguladora de
la actividad consciente del hombre, aunque, por otra parte, sea una facultad
libre, caprichosa en sus gustos y tan dispuesta a obedecer como a rebelarse.
¿Hace la libertad
independiente a la voluntad?
La libertad hace ciertamente independiente a la voluntad de toda coacción
o fuerza bruta u obligatoria en el movimiento que provoca su determinación, y
esta independencia basta para que la determinación sea verdaderamente libre;
pero la elección hecha por la
voluntad en su propia determinación no puede realizarse de una manera del todo
independiente.
Para que esto fuere así, sería preciso que la voluntad humana se
constituyese ley de sí misma y fuese ella misma su propio fin. Pero esto no
puede ser así ni se dará nunca tal caso; porque ser una cosa ley de sí misma y
su propio fin, no es propio más que de Dios y del Ser Supremo, del ser que
existe por sí mismo, a se. Todos los
demás seres tienen la existencia dependientemente
de otro, aunque existan en sí mismos, per
se. Un lazo de dependencia une, por tanto, a la criatura con el Creador. La
criatura racional, el hombre, encuentra ese lazo en la ley moral, a la cual se
debe conformar su voluntad para vivir
ordenadamente. Y así aunque la voluntad sea libre con libertad de elección,
no lo es con libertad de independencia.
¿De qué naturaleza es
la dependencia de la voluntad?
La dependencia de que acabamos de hablar, es una dependencia especial
de la voluntad considerada en sí misma; dependencia que no anula el libre
albedrío, el capricho de la elección, sino que implica responsabilidades ante la
voluntad superior que tiene derecho a
regular la voluntad inferior. Esta dependencia se llama moral.
Además de este punto de vista, la voluntad puede estudiarse todavía en
sus relaciones con el entendimiento y las facultades sensibles del compuesto
humano.
a)
Sabemos que el entendimiento y la voluntad son
las facultades principales del alma humana; el entendimiento es la facultad de
conocimiento, y la voluntad la facultad de apetito. Esto supuesto, como el
hombre no puede querer nada sin conocerlo, "ignoti
nulla cupido" (aquello que no se conoce, no se desea), síguese de aquí que la voluntad está completamente sujeta al
entendimiento en lo que concierne a la presentación de los objetos entre los
cuales tiene que hacer elección. Hay que tener presente esta consideración,
porque la responsabilidad de la voluntad será proporcionada al grado de luz que
suministre el entendimiento.
b)
Como consecuencia de la unión del alma con el
cuerpo, las facultades del alma, aunque sean independientes del cuerpo, en cuanto a su existencia, tienen cierta
dependencia respecto de él en cuanto a su ejercicio. Por eso, aunque el
entendimiento tiene estricta necesidad de imágenes para entrar en ejercicio. Lo
mismo se ha de decir de la voluntad, la cual, aunque puede querer sin valerse
de ningún órgano, no obstante debe servirse del sistema nervioso para ejercer
sus actos propios. También se ha de tener en cuenta esta consideración porque nos
pone en camino para conocer la formación de la voluntad.
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