LA VOLUNTAD (3)
EDUCACIÓN DE LA VOLUNTAD
¿Es importante la
educación de la voluntad?
El ejercicio de la vida sobrenatural, como dijimos
en otro lugar, se realiza con la cooperación
de la voluntad, elevada por la gracia santificante, a la acción de la
gracia actual. El efecto de la unión
de los dos elementos divino y humano es producir en nosotros la fecundidad de los méritos, y gracias
a esta fecundidad el alma está en camino de la gloria.
El concurso de la voluntad es por consiguiente de
importancia capital en la obra de la salvación y de la santificación de los
hombres, y por razón de esta importancia es útil y necesario educar bien la
voluntad.
¿Qué supone la
educación de la voluntad?
El trabajo del ejercicio de cualquiera actividad
requiere en primer lugar conocimiento de los actos propios de tal actividad,
puesto que el ejercicio consistirá en facilitar el perfeccionamiento de esos
actos propios.
Los actos propios o ilícitos de la voluntad son elegir
y mandar. El acto de elegir pertenece
a la voluntad dirigida por el entendimiento, porque es el entendimiento el que
señala la materia que se ha de elegir; el
acto de mandar supone la soberanía de la voluntad sobre las pasiones y
actos humanos.
Por consiguiente la educación de la voluntad
comprenderá también la educación del espíritu o la buena dirección del
entendimiento y el dominio de las pasiones.
¿Qué se ha de
entender por educación del espíritu?
Es cierto, hablando psicológicamente, que el
entendimiento es el que educa la voluntad, porque antes de querer, es necesario
haber visto la cosa que se ha de querer; es necesario sobre todo haberse
convencido intelectualmente de la
necesidad de querer. Sin la formación previa de un juicio práctico definitivo, no es posible la vida moral ni la
determinación firme de la voluntad. En el orden sobrenatural ocurre lo mismo: Da mihi intellectum et vivam. Es verdad
que en este orden Dios hace mucho con sus luces por medio de la gracia actual,
pero el juicio práctico no deja por eso de ser obra humana, viva y por
consiguiente necesariamente personal y espontánea.
Esta obra personal y espontánea surge y se elabora
al contacto y por medio de las ideas.
Las ideas llevan consigo la verdad o el error,
según que el entendimiento haya sabido o no descubrir la verdad impresa en los seres. Por consiguiente, la educación del
espíritu comprende en primer lugar la asimilación
de la verdad.
Pero el espíritu así formado, sea por el
conocimiento de la verdad adquirida, sea por el trabajo o por gracias infusas,
no es más que un medio. La Vida está en la voluntad de Dios. Vita involuntate
eius. Por esto pedía el profeta el conocimiento de la verdad, no para adquirir
una ciencia puramente especulativa sino para facilitar la unión de su voluntad
con la de Dios, en quien está la vida. Da mihi intellectum ut discam mandata
tua. La educación del espíritu debe ser, pues, comienzo de la educación de la
voluntad por el trabajo de comparación que el entendimiento ha de hacer entre
la verdad y los actos de los hombres.
Dicho queda que las pasiones son movimientos del
apetito sensitivo. Tales movimientos son fuerzas
ciegas; en los seres privados de
razón estas fuerzas van guiadas por el instinto; en el hombre deben estar bajo
el dominio de la voluntad. Mas la voluntad misma, para determinar el acto de
dominio, necesita estar alumbrada por el entendimiento. De donde se sigue que
el dominio de las pasiones presupone:
1º
Una mirada sobre la verdad;
2º Juicio apreciativo de la conformidad que
ha de haber entre las obras y la verdad, y
3º Mandato intimado imperiosamente a
las potencias inferiores sometidas a la voluntad.
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