MIÉRCOLES DE LA CUARTA SEMANA DESPUES DE PASCUA

“EXISTE UNA JUSTICIA”

         1. “Cuando Él (El Espíritu Santo) venga, convencerá al mundo de que existe una justicia, porque me voy al Padre” (Evangelio). He aquí la segunda misión que tiene que realizar en el mundo el Espíritu Santo.

2. El mundo no cree en la santidad, en la rectitud de Jesús. Lo clava en la cruz en medio de dos ladrones. Lo desprecia, lo pospone a un vulgar criminal, a Barrabás, y lo considera como el mayor de los malhechores. Lo tiene, hoy lo mismo que cuando Él vivió, por el gran impostor y embaucador. Y, lo mismo que su persona, desprecia y condena también su doctrina. Jesús predica el gran mandamiento: Amarás al Señor, tu Dios y al prójimo como a ti mismo. El mundo, en cambio, predica el amor propio, llevado hasta el desprecio de Dios y de todo lo que a Él se refiera. Jesús predica heteronomía, es decir, sumisión a los mandamientos y a la voluntad de Dios. El mundo predica autonomía, autosuficiencia, autodominación, rebeldía, insumisión, independencia de Dios. Jesús predica el camino de la humildad. El mundo, por el contrario, quiere que el hombre siga su propio espíritu y no reconozca más ley que su propia voluntad y capricho. Jesús predica pobreza de espíritu, mansedumbre, desasimiento de lo terreno, de lo presente, renuncia a los placeres y alegrías del mundo. Proclama y sienta: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia (santidad). Bienaventurados los limpios de corazón. Bienaventurados los perseguidos por mi Nombre”, los que dejan, por mi amor, que les arrebaten su honra y sus bienes. El mundo, en cambio, se ríe y mofa de semejantes máximas e ideales. Frente a la doctrina de Jesús, establece él sus propias máximas. Así, exactamente, trata el mundo a la fundación de Cristo, a la santa Iglesia, su dogma, su moral, su culto, su autoridad, su sacerdocio. ¿Qué otra cosa han sido y son todas las herejías y cismas más que una recusación de la Iglesia de Cristo? ¡Cómo se la tacha por todas partes de corruptora, de falsaria! ¡Se sospecha de ella y se la acusa de buscar, no los intereses de Jesús y de Dios, sino solamente el logro de su ambición, de su ambición de mando, de su sed de riquezas materiales! El mundo no cree en la santidad, en la rectitud de Jesús.
“Existe una justicia, porque voy al Padre.” ¿Cómo podría Jesús ir al Padre y ser admitido en la morada de Dios, si fuera un impostor si estuviera cargado de injusticias y pecados, si fuera un malhechor, como le tacharon y trataron los judíos de su tiempo, como le tachó y trató, después el mundo y lo sigue haciendo aun ahora? “Voy al Padre.” Si viene el Consolador, el Espíritu Santo, Él será la mejor prueba divina de que Jesús, el Crucificado, el estigmatizado por el mundo como impostor y embaucador, está con el Padre. Pues, “si yo no me fuere (al Padre), no podrá venir a vosotros el Consolador. Mas, si yo me fuere, os lo enviaré y yo mismo”. Jesús ha enviado el consolador. Luego Él está con el Padre, glorioso, coronado de imperio y majestad. La santidad y justicia de su persona, de su doctrina, de sus palabras y de toda su obra ha sido ratificada y reconocida por Dios. También ha sido ratificada y confirmada su afirmación de que Él es el Hijo de Dios, el Camino, la Verdad y la Vida. Y las palabras dirigidas a nosotros: “Al que me confesare delante de los hombres, también le confesaré yo delante de mi Padre” (Mt. 10, 32). “El que quiera venir en pos de mí, renuncie a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt. 16, 24). Y aquella otra promesa suya: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasará n jamás” (Mt. 24, 35). Dios ha ratificado y reconocido la santidad de su pobreza voluntaria, de su humildad, de su anonadamiento, de su amor a Dios y a las almas, de sus dolores y de su entrega a la muerte de cruz. Dios ha ratificado y reconocido igualmente la santidad de la fundación de Jesús, de la santa Iglesia, de su dogma y moral, de su espíritu, de sus Santos, de su vida interna y externa. “Existe una justicia, porque voy al Padre.”

3. “Existe una justicia.” Jesús es su viva encarnación. “Tú solo eres el Santo.” “Cantad al Señor un cántico nuevo, aleluya. Porque ha obrado maravillas; ha revelado (en la venida del Espíritu Santo) su justicia (la santidad de Jesús) ante todos los pueblos. Aleluya, aleluya, aleluya.”
“Existe una justicia.” No las justicia del mundo. Sólo Jesús ha sido reconocido y proclamado Justo por Dios. Sólo en Jesús están las verdaderas virtudes y la perfecta santidad. Sólo en Jesús y en su santa Iglesia, unida a Él por la más intima comunidad de vida, inundada y animada de su mismo Espíritu.
Ahora ya comprendemos lo que quiere decirnos la sagrada liturgia al cantar, durante la sagrada Comunión, estas palabras, pletóricas de contenido: “Cuando venga el Paráclito, el Espíritu de Verdad, convencerá al mundo de que existe un pecado, una justicia y un juicio. Aleluya, aleluya.” En la sagrada comunión planta a Jesús en nuestras almas el Espíritu Santo. En cada nueva Comunión ahonda más esta siembra divina. De la sagrada mesa partamos de nuevo para nuestros quehaceres, para nuestras obligaciones, para nuestra familia; pero llevando bien enraizado en nuestras almas este doble pensamiento, para saturar de él toda nuestra conducta: existe un pecado- que debo condenar y odiar; existe una justicia –según la cual debo pensar, juzgar, obrar y vivir, como lo hizo Jesús, de cuyo Espíritu estoy lleno y animado.

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