1º DE ENERO


FIESTA DE LA CIRCUNCISIÓN

1.    Ocho días después del nacimiento del divino Niño, María y José resolvieron circuncidarle, según la ley.
Esta ceremonia era dolorosa y humillante; pero a Jesús, para llegar a ser Salvador, nada le es costoso…
Derrama ya más sangre de la que era necesaria para salvarnos. Comprende cuáles son los afectos de su Corazón hacia ti. Antes de poder articular palabra, se apresura a sufrir, para expresarte su amor con dolores. Temiendo que su llanto no fuese suficiente para ablandar en tu favor el corazón de su Padre, vierte sangre para conmoverte. En el altar, la voz de la sangre de Jesús, pide también misericordia para contigo… Ofrécesela a Dios en expiación de tus pecados y para alcanzar las gracias que necesites durante este año. Después de haber recibido tan a menudo en tu alma con la absolución, la sangre de Jesús, y en tu corazón con la Comunión, ¿será posible que tengas aún la desgracia de volver a ofender voluntariamente a un Dios contigo tan pródigo en misericordias? Arrójate a los pies de Nuestro Señor, y humíllate de ser la causa de sus vivos sufrimientos, y pon toda tu confianza en sus méritos infinitos.

2.    La Virgen Santísima estaba tan perfectamente sometida a Dios, que si hubiera sido necesario ella misma hubiese tomado el cuchillo sagrado para circuncidar con sus propias manos a su Hijo muy amado. Admira la fortaleza de alma con que asistió a esta sangrienta ceremonia… ¡Con qué dolor, mas con qué resignación, vio correr la sangre de Jesús, y mezcló con sus lágrimas las propias suyas, asociándose valerosamente a la misión reparadora que venía a cumplir el Hijo de Dios! Abnegándose en su corazón maternal, recoge con respeto como sangre de un Dios aquella sangre preciosa que ofreció por nuestra salvación… Madres cristianas, aprended de este memorable ejemplo a mirar a vuestros hijos como pertenecía de Dios más que vuestra, y a adorar todas las disposiciones de su providencia, sobre ellos y su estado futuro y su vida. Que la voluntad de Dios os sea tan querida que estéis prontas como María, cuando sea necesario, a inmolar sin titubear todos los sentimientos más tiernos de vuestros corazones.

3.    En este primer día del año, Jesús te da todo lo que posee de más precioso: su sangre, su Corazón, sus lágrimas, sus dolores y las lágrimas de su Madre… Dale gracias con fervor y pídele no ser tú menos generoso para con él. Como no se cansa de hacer beneficios, ruégale que marque con su sangre adorable todas las potencias de tu alma. En tu Comunión ofrécete a Jesús por entero, y si no puedes devolverle sangre por sangre, destierra al menos la vanidad y el amor propio de tu corazón, para que así pueda entrar en él todo el amor de Jesús.
Comienza este año como los ángeles empezaron su eternidad, con una profunda adoración de la majestad de Dios, y una perfecta sumisión a su voluntad.
Empiézale como la Virgen Santísima comenzó su vida, por un purísimo acto de amor divino y una perfecta cooperación a la gracia.
Ponte con todos los momentos de tu vida en las manos de Nuestro Señor… Ofrece este día en unión de los primeros instantes de la de Jesús sobre la tierra. Únete a la oblación que de sí mismo hace a su Padre desde el altar y desde el fondo de tu corazón, a fin de que en cada momento de este año, como en el último instante de tu vida, puedas decir: “Heme aquí, Dios mío, para hacer vuestra santa voluntad.”

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