29 DE DICIEMBRE
LOS
PASTORES EN EL ESTABLO
1. Los pastores se dijeron unos a otros:
“Vamos a Belén y veamos el prodigio que ha acontecido y que el Señor nos ha
dado a conocer.” Se animan mutuamente a obedecer las órdenes del cielo, y
aunque el ángel no les dijo expresamente que fuesen en seguida a Belén, no
retardaron, en cuanto estaba de su parte, el llegar al conocimiento de la
venida de Cristo. Conoce por esto cuánto importa no tener amistad sino con
personas cristianas amigas de cumplir con su deber y prontas a ayudarnos en el
bien que Dios nos pide. Anímenos a darnos en el bien que Dios nos pide.
Anímenos a practicar la virtud el ejemplo de los Santos que nos han precedido
en la tierra. Caminemos adelante apoyados en la palabra de quien ocupa respecto
de nosotros el lugar de Dios, con la confianza que tuvieron los pastores en la
palabra del ángel, pues abandonaron sus rebaños sin inquietarse de lo que les
pudiera suceder durante su ausencia. Esforcémonos en no hacer inútiles para
nosotros tantas gracias, tantos avisos y consejos que por la bondad de Dios
hemos recibido de nuestros directores y por medio de nuestra educación
cristiana.
2. Vinieron, pues, con gran prisa.
Considera la influencia que ejercen los ángeles en las almas rectas y dóciles,
al ver con qué apresuramiento obedecen los pastores a la voz del celestial
mensajero. Se ponen en marcha en aquella misma hora, de noche, y no se paran en
ninguna parte hasta que descubren el establo. Es de suma importancia el no
despreciar ninguna divina inspiración. ¡Qué gracia hubiesen perdido aquellos
dichosos pastores si hubiesen vacilado en ira a Belén! ¡Cuán lejos estamos de
su pronta obediencia! ¡Ah! si queremos progresar en la virtud, debemos aspirar
sin descanso a poseerla. ¡Es un camino en el que no hay parada posible;
necesariamente se adelanta o se retrasa! ¡Cuántos medios de ir a
Jesús te han sido dados! Tómalos sin temor aunque te cerquen tinieblas. Esta
humilde sumisión agrada a Nuestro Señor. Está pronto a dejarlo todo a la menor
señal de su voluntad, hasta tus ocupaciones, tus bienes, tu familia, a fin de
que merezcas, como los pastores, encontrar lo que por la voluntad divina
buscas.
3. “Y encontraron al Niño recostado en el
pesebre, y a su lado a María y a José” Es probable que los pastores al entrar
en el estalo fueran iluminados por un rayo celestial, que les hizo reconocer a
un hombre Dios en aquel niño tan débil, tan pequeñito y tan pobre. Creyeron
sobre todo porque Dios había hecho que los ángeles les hablasen.
Se prosternaron y adoraron a Jesús con
una fe viva, como al Mesías prometido al mundo.
Los pastores conocieron la grandeza del
privilegio que se les había otorgado con ser los primeros en conocer a Jesús.
No envidiemos su suerte… La nuestra no es menor. Ellos solo ven con los ojos de
la fe a su Salvador en el Niño del establo, le adoran solo un momento… ¿y
nosotros? ¿No tenemos en la Eucaristía a nuestro Salvador, siempre presente en
el pesebre del tabernáculo? Ahí podemos a toda hora contemplarle, adorarle, rogarle,
llevárnoslo en nuestro corazón y vivir con Él, unidos por el amor.
Los pastores vieron la hermosura de la
humanidad del Niño Dios, nosotros solo vemos un poco de pan, pero Jesús hace
que gusten nuestras almas todo lo amable que es su pequeñez en el pesebre.
Da gracias a Nuestro Señor de que no les
falte nada a las pruebas de nuestra fe… Ama a Jesús, recíbelo con fervor y nada
faltará a tu felicidad.
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