30 DE DICIEMBRE


LA VUELTA DE LOS PASTORES

1.     “Los pastores se fueron glorificando y alabando a Dios por todas las cosas que habían visto y oído.” Las maravillas de que han sido testigos por el espacio de algunas horas, dejan sus almas absortas y sus corazones llenos de reconocimiento, lo cual manifiestan a cuantas personas encuentran al salir de Belén. Este es el efecto que debería producir en nosotros la gracia de la Comunión. El Tesoro escondido para el mundo, se te descubre como a los pastores. Te ha sido dado más que verle, le has recibido y llevado en tu corazón. No debe quedarse escondido si te aprovecha la unión frecuente con Jesucristo. Saca de la sagrada mesa un conocimiento más claro de tu bajeza, una resolución más firme de corregirte de tus defectos y un vivo deseo de contribuir a dar a los otros alta idea de las grandezas y misericordias de Jesucristo. Examina si sales con estas disposiciones de la oración y de la Comunión.

2.    “Y todos los que oyeron estas cosas se maravillaron: y también de lo que les habían referido los pastores.” Reflexiona con qué distinta manera fue recibida la nueva del nacimiento del Cristo. Muchos se admiraron del relato de los pastores, se asombraron de las maravillas que aquéllos habían visto; pero fueron pocos los que se decidieron a ser ellos mismos testigos de lo que se les contaba y a participar del gozo que inundaba el alma de los felices adoradores del divino Niño: tan preocupados estaban en sus intereses, en sus negocios y en los acontecimientos del mundo. Hoy día también encuentran la misma indiferencia los misterios más augustos de la Religión por parte de un sinnúmero de almas cuya fe está como muerta, y que no se ocupan en sacar provecho espiritual alguno en orden a su santificación. No seas tú de su número, y si alguna vez te has hecho culpable de esa apatía en el servicio de Dios, deplora tu desgracia, y que tu dolor sea el aguijón que te excite a mayor fervor cada día. Pide a María se digne grabar tan profundamente en tu corazón la imagen de su divino Hijo, que ninguna de las cosas de la tierra pueda borrártela ni distraerte del dulce deber de amarle y servirle.

3.    “Y María guardaba y meditaba todas estas cosas en su corazón.” La Virgen Santísima llevó en su seno al Verbo encarnado durante nueve meses solamente; pero toda su vida le llevó en su corazón, mirándole atentamente, considerando sus palabras, meditando sus acciones y compadeciéndose de sus dolores. Tú debes observar la misma conducta con Nuestro Señor para conformar con ellos tu vida. Compara la pobreza y humildad del divino Niño en el pesebre con la majestad del Altísimo. Sus groseros pañales, con los tesoros de su omnipotencia; el establo, con las magnificencias del cielo… y después, mirando al sagrario, di con un corazón lleno de agradecimiento: Jesús me ama tan tiernamente, que no ha dejado ni el pesebre ni los pañales. Se queda voluntariamente preso cerca de mí, para que siempre tenga yo presente la prueba de su amor, de su mansedumbre, de su paciencia, de su humildad y de su incomprensible abnegación para conmigo.
Muévete a una compunción santa por haber demostrado tan poco fervor con el dulce misterio del amor de Jesús y prométele ser de hoy en adelante un adorador suyo fervoroso.
Estas palabras indican las virtudes de Jesús recién nacido: su humildad, su pobreza, su mortificación.
Al hacer Dios que la humildad fuese el signo distintivo del nacimiento de su Hijo, nos recuerda que, habiendo sido al orgullo la causa de la caída del ángel y del primer hombre, la humildad será el preservativo del pecado y nos hará que participemos con abundancia de los beneficios de la Redención.
En la Eucaristía está Nuestro Señor aún más humillado que en su infancia. Las santas especies son más pobres que los pañales, y el copón no es menos frío que el pesebre. ¡Ah! ¿No ha encontrado en tu corazón más de una vez un pesebre tan miserable y desmantelado como el del establo?...
Arrepiéntete de no haber ofrecido siempre a Jesús un santuario digno de su corazón.
Adora al divino Niño a quien vas a recibir, y al pensar en las muestras tan grandes de humildad que te ha dejado, pídele la gracia de amar esta virtud tan grata a su corazón, y de hacer muchos actos de ella para unirte estrechamente a Jesús.

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