EL ÚLTIMO DÍA DEL AÑO


FRUTO SALUDABLE DE  UNA VISITA A BELÉN
1.    Prostérnate delante del pesebre, y después de haber quedado convencido del amor infinito que Dios te muestra al darte a su Hijo, echa una mirada sobre los innumerables pecados que has cometido durante el año que acaba de pasar. ¡Cuántas faltas de todo género! ¡Cuántas infidelidades voluntarias!... ¡Cuántas negligencias en el servicio de Dios! ¡Qué de abusos de tantas gracias especiales que debían haberte servido para adelantar en la virtud!... Humíllate profundamente por la pérdida de tantos medios de salvación como la palabra de Dios, los sacramentos, las santas inspiraciones, los buenos ejemplos… Pesa tu ingratitud y las divinas misericordias. ¿Has hecho tantas obras buenas como días y momentos has vivido? ¿Qué te resta de este año, sino el pesar y la confusión de ver que una gran parte de él le has hecho inútil para tu salvación?... Todo lo que no tiende a la vida eterna, no es sino vanidad o pecado. ¡Oh verdad digna de meditarse seriamente! Pide al divino Niño una de sus lágrimas para purificar tu alma y que con su clemencia te perdone.

2.    Repasa en tu mente delante del pesebre los innumerables beneficios que Dios te ha hecho durante este año: los que se refieren a tu alma, los pensamientos santos, la fortaleza para obrar, la paciencia para sufrir, las tentaciones vencidas con la gracia… Los que conciernen al cuerpo, como la salud, la fortuna, la vida de la que cada momento es un nuevo beneficio. Da gracias sobre todo a Nuestro Señor de haberte colocado en su Iglesia, hallándote en medio de numerosos y especiales socorros para asegurar tu salvación.
Baja a pormenores, y acuérdate de tal circunstancia que tú acaso conoces solamente, en la que sin la asistencia divina tu alma hubiera corrido graves peligros.
En fin, une todos los más tiernos afectos de tu corazón para dar gracias al Niño divino por haberse ofrecido desde el pesebre a ser el pan de vida eterna. Repasa todas las comuniones que has hecho, piensa también todas las que por tu culpa has perdido y acércate a la sagrada mesa con un espíritu fervoroso y con un vivo deseo de reparar y consolar al divino Niño en el llanto que tus faltas e ingratitudes le han hecho derramar.

3.    Acaba este año acordándote que el divino Niño que se sonríe contigo desde el pesebre, terminará en la cruz la vida que apenas empieza, y que consagrará todos sus instantes a cumplir en todo la voluntad de su Padre. Pide a la Virgen Santísima, no menos resignada que su Hijo en los designios de Dios, te obtenga la gracia de hacer un santo uso de las penas y sufrimientos que la misericordia divina te depare, a fin de que en el último momento de tu vida hayas cumplido fielmente el querer de Dios, y te hayas aprovechado de las gracias y del amor del Corazón de Jesús; y, sobre todo, que en ese momento decisivo consigas, por su protección, la importante gracia de la perseverancia final, que te preparan la vida y muerte de Nuestro Señor.
Pero para poder tener una firme confianza de que María te obtendrá esta gracia, acaba este año como quisieras terminar tu vida, como querrías en la hora de la muerte haber pasado el último de tus días. Entra en las disposiciones con que desearías comparecer ante el juicio de Dios. Dispón tu conciencia de modo que no temas las sorpresas de la muerte. ¡Qué pensamientos! ¡Qué deseos serían entonces los tuyos! Haz cono ellos la base de las resoluciones que vas a depositar en las manos del divino Niño.
Empieza a hacer lo que quisieras haber practicado en tu última hora. Acuérdate de que todo acto que no puede servir a tu eterna bienaventuranza no es sino inutilidad o pecado.
Los años de tu vida, tan rápidamente transcurridos, te advierten que pronto los siguientes no te parecerán sino un sueño. No pierdas de vistas que para ti no hay aquí abajo nada real ni necesario, sino servir a Nuestro Señor Jesucristo, amarle sobre todas las cosas y salvar tu alma.

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