VIERNES DE LA TERCERA SEMANA DE ADVIENTO


LA VISITA DE LA SANTÍSIMA VIRGEN A SANTA ISABEL.
1.    La Virgen Santísima vivió en el retiro hasta la Encarnación del Verbo; pero desde que poseyó a Jesucristo, no ocultó al mundo el don de Dios. “María se fue con gran presteza a una ciudad de Judá, en un país montañoso.” No aguardó mandato expreso de Dios; le bastó saber que su visita era útil a su prima, para decidirse a ponerse en camino sin que le arredrase el temor natural en una doncella de emprender viaje tan penoso. ¡Qué caridad la de María! ¿Y nosotros no nos valemos de mil pretextos para evadir un sacrificio, y no retardamos el hacer un servicio al prójimo?... María, sabiendo muy bien que la gracia no admite demora ni razonamientos, y que el mérito de una buena acción depende del fervor con que se cumple, fue a casa de Santa Isabel, dice San Ambrosio, no para satisfacer la amistad natural, ni por curiosidad, ni disipación, que son tan a menudo el móvil de nuestras empresas, sino para glorificar a Dios por la gracia que había concedido a una de sus parientas. A ejemplo de María, une al cumplimiento de tus deberes las obras de caridad; y cuando se presente la ocasión, sacrifica sin titubear alguno de tus ejercicios de piedad para servir al prójimo, porque entonces será dejar a Dios por Dios.

2.    “Entró en la casa de Zacarías y saludó a Isabel.” Aparte de las relaciones naturales entre parientes, ¡qué motivos para una piadosa unión entre estas dos madres, que llevaban en su seno la una al Mesías y la otra al Precursor!... ¡Cuántas maravillas se realizarán en tan santa visita! María lleva a su familia la revelación del Mesías, la santificación de Juan Bautista, y el Espíritu Santo a Isabel, iluminándola sobre todos estos misterios. Deduce de aquí cómo cuando la caridad reina en nuestros corazones hace que el hombre se olvide de sí mismo para servir al prójimo, y cómo se debe aunar a las acciones que exigen la amistad o la urbanidad miras más elevadas, cuales son las de la piedad y celo por la salvación de las almas. Duélete de haber puesto diligencia tan solo en las cosas que te eran agradables, y resuélvete a sacudir la pereza de aquí en adelante, practicando el bien aun en aquellas ocasiones que te parezca más difícil.

3.    Jesús no quiso esperar a su nacimiento para ejercer las funciones de Redentor. Se duele tan vivamente de la ruina de las almas privadas de su gracia, que excita a su Madre Santísima para adelantar la santificación de su Precursor. Sin ausentarse de Nazaret, podía Jesús santificar a Juan Bautista; pero quiso, al hacerle esta visita, enseñarnos que no rehúye ningún sacrificio cuando se trata de nuestra salvación.

¿No tenemos una prueba de ella en la Eucaristía? ¿No está siempre pronto a salir del tabernáculo para visitarnos en nuestras enfermedades para llenarnos de sus gracias y consolarnos? Jesús quería también que María tomase parte en el primer acto de su misericordia sobre la tierra para hacernos entender que constituía desde entonces a su Madre por nuestra Mediadora para con Dios, y  que Ella sería el canal por donde se nos comunicasen todas las gracias concedidas a nuestras almas.

Pidamos ardientemente a Jesús, que nos quiere colmar de sus bienes y su amor, y a María que desea comunicárnoslos, nos hagan dignos de recibirlos cuantas veces nos acerquemos a la sagrada mesa.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)