PRIMER DOMINGO DE CUARESMA
NUESTRA FORTALEZA
1. Jubiloso resuena hoy el canto del
Introito: “Él me invocará y Yo le oiré” – Cristo en el desierto, orando,
ayunando ¡y con Él la Iglesia! “Él me invocará” – La santa Cuaresma. “Y Yo le
oiré: le salvaré y le glorificaré. Y le saciaré de una larga vida: -Pascua,
resurrección, vida eterna en la deliciosa beatitud de la claridad celeste. La
santa Cuaresma nos encamina hacia la gloria de la luminosa mañana pascual,
hacia la posesión de la fulgurante vida del cielo. Lleva en sí misma la certeza
de la salvación, de la resurrección, de la saturación de vida eterna. Realmente,
un “tiempo de gracia”. Por eso la liturgia del primer Domingo de Cuaresma
adopta un tono alegre, jubiloso, esperanzado, lleno de anhelos por los bienes
de la Pascua.
2. “En
aquel tiempo fue conducido Jesús al
desierto por el Espíritu (Santo), para ser allí tentado por el diablo. Después
de haber ayunado por espacio de cuarenta días y cuarenta noches, tuvo hambre.
Entonces se le presentó el tentador.” Con Jesús es conducida también la
Iglesia, somos conducidos todos nosotros al desierto de la santa Cuaresma.
Cuaresma significa tiempo de renuncia y de dolor. Significa también tiempo de
tentaciones por parte de Satanás, del mundo y de la carne. Por tres veces
seguidas se acerca el tentador a Jesús. La primera le dice: “Si eres el Hijo de
Dios, haz que estas piedras se conviertan en pan.” La segunda vez el diablo
sube a Jesús hasta el pináculo del templo de Jerusalén y allí le sugiere: “Si
eres el Hijo de Dios, lánzate de aquí abajo, pues escrito está: Mandó a sus
ángeles para que te reciban en sus manos.” La tercera vez toma el diablo a
Jesús y lo sube a una montaña elevada. Mostrándole desde allí todas las
riquezas del mundo, le invita: “Te daré todo esto si, postrándote de rodillas,
me adoraras.” Por tercera vez es rechazado y vencido el tentador. “Entonces
bajaron los ángeles del cielo y le sirvieron” (Evangelio). En Jesús es también acometida y tentada la Iglesia, lo
somos todos nosotros. Pero en la victoria de Jesús sobre el tentador está
también significada, representada y realizada la victoria de la Iglesia,
nuestra victoria sobre el pecado y sobre Satanás. Con tal de que nos unamos a
la Iglesia y, mediante ella, a Cristo. Con tal de que seamos verdaderos
sarmientos de Cristo, la vid, vivificados y animados por su fuerza, “en Cristo
Jesús”. No hay por qué temer al tentador: en nosotros reside eficazmente la
fuerza del gran Vencedor, Cristo. Débiles por nosotros mismos e incapaces de resistir
al tentador, somos, con todo eso, fuertes en Cristo. Tanto más fuertes, cuanto
más íntimamente unidos estemos con Él, cuanto más nos dejemos conducir por Él y
por su gracia.
La
liturgia de este domingo nos proporciona dos
instrumentos maravillosos para vencer a Satanás, al mundo y a la carne: el
Cuerpo y la Palabra de Cristo. El Cuerpo de Cristo, en el sacrificio y en el
banquete eucarísticos. Sobre el altar en que se celebra el santo sacrificio salta
la fuente en que bebemos nosotros la fuerza de Cristo. Con la fuerza de esta
bebida lancemos contra el tentador las palabras: “Escrito está.” Y una segunda
vez: “Escrito está.” Y por tercera vez: “Retírate, Satanás.” Aquí bebe la
Iglesia, aquí bebemos todos nosotros el valor para resistir las acometidas, los
ataques del tentador. Y también la confianza de nuestra segura victoria sobre
el enemigo. “Escrito está.” Pródigamente nos ofrece la liturgia de Cuaresma la
Palabra de las Sagradas Escrituras. En cada Misa tendremos nuevas fórmulas de oración.
Un alimento espiritual, santo. “No solo de pan vive el hombre, sino también de
toda palabra que procede de la boca de Dios” (Evangelio). Cada una de las palabras de la Sagrada Escritura que
se nos ofrecerá durante la Cuaresma en las lecturas y cantos de la santa Misa,
procede de la boca de Dios. Será fuerte, llena de Dios, capaz de aniquilar al
tentador. ¿Podrán, pues, dañarnos el tentador, el diablo, el mundo y la carne,
si nos aprovechamos bien de estos dos incomparables instrumentos que se nos
dan: la santa Eucaristía y la Palabra de Dios?
3. Vayamos con Cristo al desierto, para
ayunar allí durante cuarenta días y para entablar combate con el tentador, si
Dios le ordena que nos pruebe. Aunque no podamos ayunar como lo hizo Jesús,
hagamos al menos lo poco que podamos. Así nos lo exige imperiosamente la santa
Cuaresma. En el desierto de la santa Cuaresma “portémonos en todo como
verdaderos ministros de Dios: en mucha paciencia, en las tribulaciones, en las
necesidades, en las angustias; en trabajos, vigilias y ayunos; en castidad, en
ciencia, en longanimidad, en caridad no fingida, en amabilidad; en la gloria y
en la ignominia, en la buena y en la mala fama” (Epístola); sin impaciencias, sin lamentos, sin mal humor, sin
cansancio. En una palabra: llevando una vida de continuo sacrificio por amor de
Dios y de Cristo.
El
tono fundamental que ha de dominar en toda nuestra vida, durante la santa
Cuaresma debe ser el de una total confianza en el Señor, que ayuna, lucha y
vence en nosotros y con nosotros. “Dios mío, Tú eres mi refugio y mi fortaleza:
en Ti confío. Él me ha librado del lazo de los cazadores (del tentador). Él te
hará sombra con sus espaldas y te cobijará bajo sus alas. Su verdad (su gracia)
te cubrirá como un escudo, y no temerás las asechanzas nocturnas. Porque el
Señor enviará a sus ángeles para que te guarden en todos tus caminos. Porque
confió en Mí, le libraré. Le protegeré porque conoció mi Nombre. Me invocará y
yo le oiré: estaré a su lado en su tribulación. Le salvaré y le glorificaré. Le
saciaré de una larga vida y le mostraré mi salud” (Sal. 90; Tracto). Creamos y confiemos también nosotros así.
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