SÁBADO DE LA CUARTA SEMANA DE CUARESMA


“¡VENID A LA LUZ!”

1.    Un día de santo júbilo. Los catecúmenos se hallan reunidos en el Santuario del gran obispo Nicolás. Hacen su examen bautismal. A ellos se dirige la invitación de hoy: “Sedientos, venid a las aguas (del santo Bautismo). Venid y bebed con alegría” (Introito). ¿Qué encontrarán en el santo Bautismo, en el cristianismo, en la Iglesia?

2.    En el santo Bautismo encontramos al Señor y Pastor de nuestras almas (Epístola). “Esto dice el Señor (al Mesías, a Cristo): En el día de la Salud (cuando Tú realizaste la obra de la Redención, en tu Pasión) te auxilié. Te salvé y te constituí reconciliador de mi Pueblo, para que restaurases la tierra y poseyeses las herencias disipadas.” El Padre entrega a su Hijo encarnado la humanidad, principalmente el mundo pagano, nosotros, no para que Él juzgue al mundo, sino para que lo salve (Jn. 3, 16). El Salvador, enviado por Dios, nos llama a todos a Sí. “¡Vosotros, los encadenados, sed libres! ¡Vosotros, los que estáis en las tinieblas, venid a la luz! Serán apacentados libremente a lo largo de los caminos y todas las llanadas les servirán de pastos. Ya no tendrán más hambre ni más sed, y los ardores del sol no los abrasarán más: porque, el que se ha compadecido de ellos, los conducirá y llevará a las fuentes de las aguas. Entonces afluirán de todas las más lejanas regiones: unos del Norte y del Mar, otros del Mediodía. Porque el Señor ha consolado a su pueblo y se compadecerá de sus padres (de los paganos, de nosotros).” Por amor. “¿Acaso puede olvidarse una madre de su hijo y no se compadecerá del fruto de su vientre? Pero, aunque ella se olvidara. Yo no me olvidaré de ti.” En el santo Bautismo el Padre nos entregó y confió, sin ningún mérito nuestro, a su propio Hijo, al Salvador. Él es el Pan de vida, la Fuente de Agua viva (Bautismo y Eucaristía). Por eso agrupémonos en torno de Cristo, del Buen Pastor. “A Ti, Señor, ha sido encomendado el pobre (nosotros); Tú eres quien ayuda al huérfano” (Gradual). “Alabad, cielos; ensalzad, tierra; montes, cantad jubilosos al Señor: porque Él ha consolado a su pueblo y se ha compadecido de los pobres” (Epístola), en los sacramentos del Bautismo, de la Penitencia y de la santa Eucaristía. “El Señor se ha convertido en mi sostén, en mi refugio y en mi libertador. En Él confiaré” (Ofertorio).

“Yo soy la Luz del mundo (el Sol). El que me siga a mí, no caminará en tinieblas, sino que poseerá la luz de la vida.” Desgraciado de aquel que no se acercare a Cristo por medio del santo Bautismo. Y desgraciado de aquel que, habiendo recibido el santo Bautismo, volviere a separase de Cristo, de la Luz, por una vida pecaminosa, Este tal caminará en tinieblas, en medio de la noche, como los judíos del Evangelio de hoy. También éstos vuelven sus espaldas a la luz. No pueden resistirla. Quisieran extinguirla. “Pero su hora no ha llegado todavía. La luz se va alejando de ellos cada vez más. Caminan en tinieblas. Solo unos días más, y en su ceguera pedirán al juez pagano les autorice para crucificar a su Mesías. Rechazarán ante el juez pagano y ante el mundo entero a Aquel a quien sus padres esperaron tan ansiosamente; a quien sus Profetas anunciaron y predijeron con tantos siglos de antelación; a Aquel en torno al cual giraban toda la vida religiosa de Israel, su culto y los sacrificios ofrecidos en el Templo de Jerusalén. “¡Suéltanos a Barrabás!” – “¡Qué haré con Jesús, el rey de los judíos!” – pregunta Pilatos. Y ellos gritan: “¡Crucifícale, crucifícale! Caiga su sangre sobre nosotros y sobre nuestros hijos.” Caminan en tinieblas, están ciegos. “Admito”, dice San Pablo, “que tienen el celo de Dios; pero les falta la recta intención. Porque, ignorando la justicia de Dios y queriendo imponer la suya propia (sus propias obras y acciones), no se sometieron a la justicia de Dios (que consiste en creer en Jesús y en obrar conforme a este fe)” (Rom. 10, 2). “Lo que Israel buscaba (la Salvación), no pudo conseguirlo. Solo pudieron conseguirlo los escogidos; los demás quedaron ciegos, según está escrito: Dios les dio el espíritu de compunción: ojos para que no vean, oídos para que no oigan, hasta el día de hoy” (Rom. 11, 7). ¿Puede haber mayor desgracia para un pueblo, para la humanidad, para un alma, que la de la ceguera espiritual? ¡No poder ver a Dios, a Cristo, la luz! ¡Caminar en medio de tinieblas! Lo que cegó a Israel fue su orgullo, su confianza en el propio esfuerzo, su terco apego a la Ley de Moisés. No vio la Luz, el Sol, a Cristo.

3.    “Yo soy la Luz del mundo.” Israel rehusó la luz. Y ella se volvió hacia nosotros, hacia los llamados del Paganismo. En el santo Bautismo, en la incorporación a Cristo, a la santa Iglesia, Dios “nos arrancó de la potestad de las tinieblas y nos trasplantó al Reino de su amado Hijo. Por su sangre poseemos en Él nuestra Redención, el perdón de nuestros pecados. Él es la Cabeza del cuerpo de la Iglesia. Él es también el principio, el primogénito de los resucitados” (Col. 1, 13 sg.). Nosotros estamos incorporados, injertados en Él. “Yo soy la Luz del mundo”, el Sol de la Verdad y de la Justicia (Santidad).
¿Caminamos verdaderamente en la luz? El santo Bautismo solo no hace nada. Precisa ser vivido. Nuestra vida debe ser un continuo Abrenuntio, un “Renuncio” a todo lo que no sea Dios o no conduzca a Él. Y un: Creo en Dios, en Cristo, en la santa Iglesia, en la vida futura, en la resurrección y en la vida eterna. Y, porque creo, amo a Dios y sus mandamientos con todo mi corazón, con toda mi alma y con todas mis fuerzas. ¿Y la prueba rotunda de que yo camino en la luz? “El que dice estar en la luz y odia a su hermano, no está sino en tinieblas. El que ama a su hermano a su hermano (prójimo), permanece en la luz y no hay en él tiniebla alguna; pero el que odia a su hermano, está en tinieblas y camina en tinieblas. Este tal no sabe hacia dónde avanza, porque las tinieblas han cegado sus ojos” (1Jn. 2, 9 sg.). Después que hayamos recibido hoy la sagrado Comunión, reconozcamos agradecidos: “El Señor es mi Pastor, nada me faltará. Me apacentará en un verde prado y me dará de beber agua fresca y confortante” (Comunión).

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