CIEN AÑOS DE MODERNISMO (55)

El neomodernismo

En la época de entreguerras recrudece el ímpetu modernista, hasta su nueva condenación por el gran Pío XII. Reprimido por la mano dura de san Pío X, el cáncer resurgió como un champiñón en el terreno que le es propicio. Un nuevo Juan Bautista se perfila en ese período. Teilhard de Chardin anuncia la venida de un nuevo Mesías, la Superhumanidad, que suplantará a Jesucristo. Teilhard reúne las grandes ideas de sus predecesores modernistas, y parece llevar en sí mismo todas las esperanzas y sueños del hombre moderno. Una nueva filosofía aparece también en el horizonte, liberando de las ideas a la filosofía en provecho de la existencia individual absurda. 
Como con Freud, parece que se desciende, junto con Heidegger y Sartre, a lo más profundo de la conciencia, exaltando la libertad y lo absurdo de la vida. Se sale desde entonces del movimiento romántico, adornado con las ruidosas sinfonías de Wagner. La serenata apropiada para ese movimiento de pensamiento es el tam-tam y el encantamiento del brujo en el fondo del bosque acompasado por el baile de los guerreros alrededor del tótem, o simplemente la música desatada del rock y sus sucedáneos. A esta raíz existencialista se añade una visión bíblica personalista en De Lubac, y una teología antropológica elaborada por Rahner, el verdadero teólogo del concilio Vaticano II. 
Maritain, fustigando la apostasía inmanente de los «sabios» neomodernistas, hace un severo diagnóstico: 

«No olvidemos que son víctimas de cierta filosofía preadmitida, de una Gran Sofística (se conoce el ser, con la condición de ponerlo entre paréntesis o de hacer abstracción de él)… A la inteligencia no le queda más que disertar sobre probabilidades, en las cuales lo único que cuenta es lo que pasa por la subjetividad humana. A partir de ese momento es un disparate afirmar la existencia de un Dios trascendente. La trascendencia divina no es más que la proyección mítica de un cierto temor colectivo que el hombre experimenta en un momento dado de su historia… Todo lo que se refiere a un mundo distinto del mundo del hombre sólo puede ser muestra de lo Caduco si se trata del “trasfondo” del antiguo realismo filosófico, o del Mito si se trata del mundo sobrenatural de las religiones. Ése es el cielo inteligible, los Denkmittel, aceptados como naturalmente (es decir, como exigidos por la época), y los tabúes a los que nuestros teólogos y exegetas más avanzados (es decir, los más conformistas) han sometido su pensamiento: pobres cristianos “sofisticados”, de Sócrates es de quien tendrían necesidad» (1). 

En el momento de publicar Humani generis, que condenaba abiertamente las falsas opiniones que amenazaban los fundamentos mismos de la fe, Pío XII reconoció que si no se hubiese intervenido a tiempo, nada habría quedado en pie (2). La razón es que la fiebre neomodernista se presenta como una enfermedad peligrosamente contagiosa, en cuya comparación el modernismo en tiempos de san Pío X no era más que una fiebre del heno. El neomodernismo estaba lejos de ser una tormenta en un vaso de agua, como se encargarían de confirmarlo los acontecimientos posteriores. A medida que nos acercamos a la crisis romana contemporánea, los signos precursores del mal se hacen más intensos y precisos. Y es que resulta que los protagonistas de este período de transición son las fuentes más autorizadas del Papa del nuevo milenio. Juan Pablo II es existencialista en filosofía, y ha bebido a grandes tragos de las corruptas fuentes de los amigos mutuos Teilhard y De Lubac. En cuanto a Rahner, da una clave de lectura interesante, por no decir la clave a secas, para descifrar las complejas encíclicas del «Papa de la esperanza».
___________________
1 Maritain, Le paysan de la Garonne, p. 20.
2 En Courrier II, p. 162.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)