MIÉRCOLES SANTO
EL
VIA-CRUCIS
Sin hablar del gran número de indulgencias con que fue
enriquecida esta devoción, podremos apreciar sus ventajas considerando que cada
una de las estaciones del Vía-Crucis es como una ESCUELA DE VIRTUDES. En
nuestros devocionarios y libros de piedad están descritas las escenas de la
Pasión; el Vía-Crucis nos hace asistir a la condenación del Salvador, viendo a
Pilato sentado en su tribunal y al Hijo de Dios en pie ante él, escuchando la
sentencia de muerte a que tan injustamente fue condenado. ¡Y qué inaudito
espectáculo éste! Nos hace contemplar la inocencia infinita, cargada por
nuestras culpas con la cruz de los criminales, y al Todopoderoso desfallecer
bajo el inmenso peso de nuestros pecados.
El ejemplo arrastra más fácilmente que
la palabra. Nuestra fidelidad, pues, en seguir a Jesús por su Vía dolorosa, es
uno de los medios más eficaces para lograr nuestra santificación, y es MEDIO
que está al alcance de todos y que, sin fatigar el espíritu, reanima
poderosamente el corazón. En cada una de las estaciones del camino de la Cruz
encontraremos una enseñanza fácil y práctica; es decir, que encontraremos los
ejemplos que nos ha querido dar el mismo Dios, ya en sí luz y fortaleza.
Además, nuestro divino Salvador no deja nunca de ayudar a las almas que se aprestan
a seguir sus huellas, y hace que por ese medio aprendamos a humillarnos, a
obedecer, a soportar las contradicciones y la oposición del prójimo, sin
asperezas, sin impaciencias.
¿Es esto lo
que vamos BUSCANDO al hacer el Vía-Crucis? Cuando practicamos tan piadoso
ejercicio, ¿procuramos tomar la resolución de renunciar a nosotros mismo,
renunciando a nuestras malas inclinaciones y defectos? Al contemplar a Jesús y
a María, unidos en el camino del Calvario para obrar juntos nuestra Redención,
¿no nos sentimos animados a trabajar y abnegarnos por la felicidad de nuestros
semejantes? –Y al considerar al Cirineo ayudando a Jesús a soportar el peso de
la Cruz ¿no nos llenamos de vivos deseos de aliviar a nuestro Salvador en la persona
de nuestros prójimos?
¡Oh Dios mío!
El favor que concediste a la Verónica debería estimularme a grabar en mi
espíritu y corazón las facciones ensangrentadas de mi Salvador, coronado de
espinas y desfigurado por mi amor. Todas las estaciones del Vía-Crucis deberían
ser para mí escuela de perfecta resignación en las penas de la vida. La
resignación es el secreto de la paz interior, el crisol donde se prueba la
virtud y la fuente del verdadero mérito. -¡Oh Jesús, oh María!, ayudadme a
recoger de la devoción al Vía-Crucis los preciosos y abundantes frutos que de
ella se desprenden.
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