11 DE JULIO


                                            OBEDIENCIA DE MARÍA

Cuando el Arcángel Gabriel ofreció a la Virgen de Nazaret la dignidad de Madre de Dios, ella creyó en la palabra del celeste mensajero y consintió plenamente en cuanto le propuso, sumisa a la voluntad de Dios. Admiremos la VIVA FE de María en la autoridad divina, de la cual estaba revestido el embajador del Altísimo, y admiremos sobre todo cuánto amaba la virtud de la obediencia, pues en tan solemne circunstancia nada encontró que ofrecer a Dios mejor que su alma, totalmente sometida al beneplácito divino.

Y ¡con cuánta PRONTITUD y FIDELIDAD ejecutó los menores deseos del cielo! El Ángel le insinuó que fuera a prestar sus servicios a Isabel, y enseguida se puso en camino para Hebrón, en donde se sujetó a la voluntad ajena. “Sierva fiel, dice Santo Tomás de Villanueva, jamás quiso contradecir a su Creador.” Y semejante al oro fundido, su alma tomaba en todo instante todas las formas que Dios quería darle. “La vida entera la pasó, dice San Bernardino de Sena, buscando siempre la voluntad de Dios y cumpliéndola en todas las cosas sin la menor resistencia.”
                           
Veámosla abandonar Nazaret y encaminarse a BELÉN, para cumplir las órdenes de un empereador pagano. Sigámosla al TEMPLO, adonde fue acatando la ley mosaica, exponiéndose a pasar por una mujer cualquiera, ella, que era la Virgen de las vírgenes. Acompañenosla hasta EGIPTO, adonde la llevó la voluntad de José, avisado por un Ángel, y donde permaneció el tiempo que quiso su casto esposo, intérprete para ella de las órdenes de Dios, y a quien se sometió, obedeciéndole en todo en la casita de NAZARET. Y cuando llegó el tiempo de que se cumplieran los designios de Dios, inmolando a su Hijo, se la vio acompañar a Jesús hasta la cima del CALVARIO y permanecer en pie junto a la Cruz, para sacrificarse a la par con él.
¡Cuán AGRADABLE fue al Señor la obediencia de María que contribuyó con la de Jesús a librarnos del infierno, a abrirnos el cielo, cerrado por la desobediencia de nuestros primeros Padres!
¡Oh dulce Abogada mía! Considera mi extremada miseria. En vez de imitar tu docilidad perfecta, no puedo recibir una orden y cumplirla pronta y exactamente, sin haber examinado las razones y ponderado lo difícil de su ejecución. Por eso obedezco con tanta repugnancia y lentitud, por eso me quejo y estoy descontento. Dame, ¡oh Virgen santísima!, más fe, más prontitud, más generosidad en el ejercicio de mis ocupaciones y en la práctica de mis deberes. Que mi espíritu y corazón obren siempre, guiados y santificados por la intención de obedecer.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Lecc XXII EXPLICACION DE DIOS (1)

LA VIDA INTERIOR

Lecc 21 EXISTENCIA DE DIOS (4)