12 DE JULIO

                                            EL SERVICIO DE DIOS

Según los mundanos, cuanto mayor es la NOBLEZA del amo a quien se sirve, más honroso resulta su servicio; y si el amo es opulento y famoso, si es príncipe o monarca, más glorioso será estar a sus órdenes. El Rey de los cielos, el Rey de la gloria no solamente es rico, noble y elevado, sino que es el Señor por excelencia de todos los señores y el dueño absoluto de todo cuanto existe; es la nobleza infinita según su divinidad; es la grandeza por esencia, y ante él desaparecen todas las majestades y dignidades creadas. Luego ¿qué puede haber más honroso que su santo servicio? El Señor no nos trata como a siervos, sino como a SUS AMIGOS. “Mas a vosotros os he llamado amigos… (Juan 15, 15).” Quiso hacernos además participes de la filiación divina. “Mirad qué tierno amor hacia nosotros, dice San Juan, ha tenido el Padre queriendo que nos llamemos hijos de Dios y que lo seamos en efecto (1 Juan 3, 1).”

Semejante prerrogativa, concedida a todos los siervos de Dios, los rodea de una AUREOLA más resplandeciente que todas las glorias terrenales. Servir a un Dios tan grande y perfecto es elevarnos por encima de la tierra, por encima de nosotros mismos y por encima de los mismos cielos. Los partidarios del mundo son esclavos del orgullo, de la avaricia, de los placeres sensuales, que matan las almas; los verdaderos fieles, por el contrario, gozan de la libertad de los hijos del Padre celestial, libertad santa y SUBLIME que dilata el corazón, lo ennoblece, lo hace superior a las pasiones y lo une estrechamente a la infinita Majestad de Dios. Quizá todavía existen en nosotros ciertos defectos, aficiones o apegos que nos atan e impiden darnos totalmente a Dios. “El amor propio, dice San Vicente de Paúl, nos hace creer con frecuencia que servimos al Señor, precisamente en aquello en que tan solo vamos buscando nuestra propia satisfacción.”
                           
¡Oh Jesús mío! ¡Cuántas veces, por desgracia, sigo mis inclinaciones o consulto mis repugnancias! Cuando tengo que cumplir tus preceptos, huyo con horror de las humillaciones en vez de buscarlas por tu amor, y me complazco en mí mismo y en mis obras, en lugar de trabajar únicamente por tu gloria. Dame valor para caminar siguiendo las huellas de tus apóstoles, mártires y santos. Ellos supieron anonadarse y te sirvieron abnegadamente sin interés, sin respetos humanos, sin buscar alabanzas, únicamente con la intención de glorificar tus infinitas perfecciones. Infúndeme sus mismos sentimientos y fidelidad en obedecerte siempre y en todo, porque en esto consiste la sólida GRANDEZA y la verdadera realeza.

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