13 Septiembre
ACERCA DE LA HUMILDAD
¡De qué sentimientos de
humildad y agradecimiento debieran rebosar nuestros corazones al considerar los
innumerables FAVORES de que hemos sido colmados! ¡Tantos dones, tantas luces,
tantos auxilios particulares, tantos medios para salvarnos como diariamente
tenemos a nuestra disposición! ¡Meditaciones, Misas, comuniones, lecturas
piadosas, ejemplos edificantes, todo esto en bien de nuestra alma y para
ayudarnos a caminar por las sendas de la perfección! Y, sin embargo, ¡qué
escaso nuestros progreso! Si un infiel hubiera recibido la mitad de las gracias
a nosotros concedidas, quizá se hubiera convertido en un gran santo. Al
considerarlo nosotros, tan llenos de defectos como pobres en virtudes,
debiéramos sentirnos profundamente humillados.
¡Dios mío! No puedo negarlo: he cometido muchos PECADOS y soy un gran culpable en tu presencia. En cambio, no sé hasta qué punto es mi prójimo responsable ante tus ojos. Quizá no haya sido tan agraciado como yo, quizá haya tenido más ocasiones de pecar, quizá haya sido arrastrado en su resistencia y quizá haya cometido menos pecados que yo. Aunque me pareciera un criminal, puedo creerme en cierto sentido más miserable que él, ya que, favorecido de un modo especial, aun predomina en mí un orgullo monstruoso.
Como
Santo Tomás enseña, el pecado es tanto más enorme a los ojos del Señor cuanto
más negra es la INGRATITUD de aquél que lo comete. Un solo de mis pecados
puede, por tanto, pesar más ante Dios que los crímenes de un perverso que no
recibió las gracias de que yo fui colmado. Y por desgracia, mi vida está llena
del amor propio y otras mil imperfecciones. ¡Qué castigos merezco, por tanto,
en este mundo y en el otro! Desde ahora quiero considerarme como la peor y la
más vil de todas las criaturas, y, a ejemplo de los santos cuando lloraban sus
faltas, descenderé a los infiernos, para colocarme a nivel de los réprobos y
los demonios.
¡Oh
Dios mío! Si yo, como tantos otros hubiera nacido de padres infieles y enemigos
de nuestra religión, si hubiera sentido en mí las fuertes pasiones que
arrastran a los criminales, quizá hubiera sido como ellos y aun peor que ellos.
Este pensamiento debiera de bastar para ponerme en espíritu a los pies de todo
el mundo. Haz que ame ser despreciado, ignorado y olvidado de las criaturas,
para vivir constantemente, únicamente dedicado a ti, ¡oh dulcísimo, santísimo y
amabilísimo Creador mío!
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