22 DE SETIEMBRE
EL DESEO DE PERFECCIÓN
¿Por qué son necesarios los deseos de
perfección para alcanzar la santidad? Porque para hacerse santo hay que orar,
buscar y llamar, según las palabras de nuestro divino Maestro. ORAR es pedir
con insistencia, y esto no sería posible si no se tuviera el deseo de obtener.
BUSCAR es recorrer el camino de las virtudes o de las buenas obras, y eso no lo
hará nunca el corazón cobarde e indolente. LLAMAR es perseverar en la oración y
en la búsqueda, y de esto no es capaz el alma indiferente.
La santidad
se adquiere, dice el Salvador, con la violencia practicada contra uno mismo,
triunfando de los defectos, de las viciosas inclinaciones y resistiendo a la
tentación. Hay que entrar en el cielo por la puerta ESTRECHA, que es la de la
mortificación, de la obedeciencia, de la paciencia, de la abnegación y del
sacrificio. Nadie podría cumplir tales condiciones si no tuviera anhelos de
santificarse.
Sin esos
anhelos no ALCANZARÍA de Dios las gracias necesarias para la perfección. El
Señor sacia con sus bienes a aquellos que tienen hambre y sed (Mat. 5, 6). Oyó
las oraciones de Daniel, porque Daniel era “varón de ardientes deseos”; y
concedió el don de su amor a Santa Teresa y a todos los que constante y vivamente
lo desearon.
¿Por qué,
entonces, DESEAMOS NOSOTROS TAN POCO? En cuanto tenemos que imponernos un
sacrificio, vacilamos; con todo, estamos bien decididos si se trata de
satisfacer los gustos o la curiosidad, vanidad, amor propio o sensualidad. Un trabajo
de nuestro gusto, aunque sea muy pesado, apenas si nos cuesta; pero cuando
tenemos que renunciar a nuestras ideas, proyectos o voluntad, todo nos parece
difícil y sin interés. Sin embargo, ¿qué podrá revestir mayor interés para
nosotros que la unión con Jesús?
¡Oh Dios mío!
Los santos deseos son como alas que ayudan a alzar el vuelo hacia ti. Ayúdame a
desprenderme de los lazos de los afectos terrenales para que tu amor sea haga
dueño absoluto de mi corazón. Quiero trabajar desde ahora en la obra de mi
santificación, con el afán del hombre de negocios que desea ENRIQUECERSE, como
el labrador que quiere recoger ABUNDANTE COSECHA, como el soldado que ambiciona
GLORIA Y TRIUNFOS después de las batallas. Infúndeme vehemente deseo de adquirir VIRTUDES, de cosechar
MERECIMIENTOS y de conquistar la CORONA inmortal de los elegidos.
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