3 DE SETIEMBRE

 

COMO BUSCA MARÍA LAS OVEJAS PERDIDAS

“Yo soy el buen Pastor, dijo Jesús a sus discípulos. El buen Pastor sacrifica la vida por sus ovejas (Juan 10, 11).” – La Reina de misericordia, Madre del Pastor de nuestras almas, tiene los mismos SENTIMIENTO que su Hijo. Desde la Encarnación del Verbo empezó a cumplir su oficio de salvar a los hombres aceptando la maternidad divina, condición necesaria para nuestra Redención. Por ella y con ella, Jesús santificó al Bautista y se ofreció por nosotros, como víctima, en el Templo de Jerusalén. Durante la vida pública, cuando iba recorriendo Judea en busca de la ovejuela perdida su Madre santísima le acompañaba con oraciones, preparando así los corazones a recibir con fruto la palabra evangélica. Jamás podremos comprender cuánto hizo y sufrió por nuestras almas durante la Pasión del Señor. Sobre el Calvario, según San Alfonso de Ligorio, se alzaban dos altares, uno en el Corazón de Jesús y otro en el alma de María. El Hijo y la Madre se inmolaban juntos, para lograr nuestro rescate. Desde entonces el ardiente celo de la Virgen de los Dolores se identificó totalmente con el celo de Cristo.

Por eso, si repasamos la HISTORIA de la Iglesia, veremos el bien obrado en las almas por intervención de María. ¡Cuántos criminales convertidos!, ¡cuántas almas descarriadas reintegradas al redil!, ¡cuántos corazones volvieron al buen camino merced a ella! El mundo entero pregona que cuanto bueno recibimos lo debemos a la caridad de esta Virgen fidelísima, toda nuestra esperanza después de Jesús.

Cuidemos de no atribuir a nuestros méritos los innumerables beneficios que nos llegan por su MEDIACIÓN. “Tengo la sensación de ser como una de esas iglesias en las que se venera una Virgen milagrosa, decía San Leonardo de Porto-Mauricio, cuyas murallas están cubiertas de exvotos, que dicen: Gracias, Madre mía, por tus favores, porque no existe nada en mí de lo que no pudiera yo escribir, que es un don recibido de María.”

Estos tiernos sentimientos de San Leonardo debieran también de ser los nuestros. ¿Qué bienes tenemos que no los hayamos recibido por la intercesión de la Madre divina? El profundo abismo de nuestras miserias no podrá jamás agotar el océano inmenso de sus misericordias. Esta Virgen tan compasiva nunca nos ha negado su auxilio en las penas, en los combates y particularmente después de las caídas. Por tanto, la manera que ha tenido de portarse con nosotros en el pasado es prenda de su futura protección. CONFIEMOS en ella plenamente, a pesar de nuestros defectos, tentaciones y recaídas.

¡Oh María, Madre del mejor de los Pastores!, mi alma es como una ovejita perdida entre las zarzas y las espinas de las pasiones y del pecado. Ven a buscarme, líbrame de estos LAZOS terrenales y llévame al redil de mi Jesús. Tomo la resolución de invocarte con frecuencia, sobre todo en mis penas, y al borde de la tentación. Salva también a los PECADORES desgraciados que en mayor peligro se encuentren de perderse eternamente, y sobre todo salva a los que están ahora en agonía y pronto tendrán que comparecer ante el tribunal de Dios.

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