16 DE OCTUBRE

 EL CULTO EXTERIOR

El culto externo, es decir, aquél que manifestamos extensiblemente con palabras, acciones y ceremonias de la Iglesia, fue instituido por el Señor. En la ley natural, los patriarcas rendían culto a Dios por medio de sacrificios, de ofrendas, de expiaciones, y a su modo honraban al Señor, demostrando exteriormente los sentimientos de adoración, agradecimiento y amor que rebosaban de sus almas. Moisés recibió de Dios mismo el ceremonial que había de prescribir al pueblo judío; y bajo la ley de gracia, la Iglesia, instruida por Cristo y guiada por el Espíritu Santo, ha determinado las ceremonias del culto católico. Los santos se conformaron a este culto con entera puntualidad, y Santa Teresa hubiera preferido la muerte antes que faltar a él.

Además, el culto exterior es excelente medio para cumplir bien los DEBERES CON DIOS. Porque por él le ofrecemos el homenaje del cuerpo y del alma, profesamos solemnemente los dogmas de la fe y nos elevamos interiormente con el pensamiento y el deseo de los bienes celestiales y eternos. -Luego, no sin motivo los santos daban tanto valor al culto divino, porque en él no solo hallaban la doctrina católica que se encierra en sus ceremonias, sino también lecciones prácticas del respeto debido a la grandeza del Señor, y de la confianza y ternura que exigen de nosotros su divina misericordia e infinitas perfecciones.

Los santos no solo rendían a Dios este culto exterior en público, sino que además AÑADÍAN a él devociones particulares. Unos oraban con el rostro en tierra, otros con los brazos extendidos en cruz; algunos, como San Patricio y San Simeón el Estilita, hacían trescientas genuflexiones al día para adorar al Señor. San Alfonso de Ligorio dirigía con frecuencia la vista al Crucifijo o a una imagen de la Virgen del Buen Consejo, y cuando sonaba el Angelus, se prosternaba para saludar a la Reina de los cielos.

¿No podríamos también nosotros, cuando estamos solos, poner en práctica métodos análogos que nos ayuden a recogernos interiormente, a orar con devoción, a fomentar la piedad y el fervor? Por lo menos tomemos las siguientes resoluciones: 1º guardar la debida compostura en la iglesia, y sobre todo, acercarnos a comulgar y permanecer ante el altar con gran modestia y recogimiento; 2ª oír Misa, prestando a todas las ceremonias del augusto sacrificio la mayor atención, para reanimar así la fe y aumentar la devoción.

¡Oh Dios mío! Infúndeme grandísimo respeto a tu presencia divina y haz que se manifieste en mis miradas, modales y conducta sobre todo al orar y siempre ante el Santísimo Sacramento, porque quisiera poder decir como el rey profeta: "Se transportan de gozo mi corazón y mi cuerpo contemplando al Dios vivo."

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