18 DE OCTUBRE

 SAN LUCAS EVANGELISTA

Apenas se sintió San Lucas iluminado  por el Espíritu Santo, se aplicó con verdadero afán a poner en práctica las máximas evangélicas. La Iglesia dice del Santo Evangelista que llevó siempre en su cuerpo la MORTIFICACIÓN de la Cruz por la gloria del nombre de Dios. Porque había domado en sí los deseos de la carne y las pasiones del hombre viejo, para revestirse del hombre nuevo, es decir, de Cristo. Por sus virtudes mereció ser escogido por San Pablo para compañero de trabajos, y siempre se mantuvo a la altura de su vocación. ¡Cuántas fatigas, sufrimientos y humillaciones compartió con el Apóstol de los Gentiles! Jamás se le vio vacilar ante los SACRIFICIOS que le imponían los frecuentes y peligrosísimos viajes, en que, rodeado de enemigos, era perseguido por paganos y judíos. Si leemos el relato de las tribulaciones de San Pablo, podremos formarnos idea de las que sufrió San Lucas, amigo y compañero inseparable. Lo mismo que el gran Apóstol supo soportarlas con la generosa PACIENCIA que es característica de los corazones inflamados de amor. Admiramos los designios de la Divina Providencia.

San Lucas era médico, y se sentía, como nosotros, débil e inclinado al mal por naturaleza, y con todo, Dios, por su gracia, le hace digno y capaz de trabajar con aquél que fue llamado Vaso de elección, destinado a llevar por todo el universo el suave olor de los aromas de Cristo. Y nosotros, también llamados a la PERFECCIÓN DE SU AMOR, ¿POR QUÉ TEMEMOS? Nunca nos fallarán las fuerzas si, desconfiando de nosotros mismos, nos apoyamos en Dios con una constante oración. Estas disposiciones ponen bajo el yugo de Jesús hasta a los más rebeldes, y les hacen vencer sus vicios, convirtiendo en virtudes todos los defectos. ¡Qué confianza tan grande deben infundirnos estos pensamientos!

¡Oh Dios mío! Por intercesión de San Lucas, que llevó constantemente en su cuerpo la mortificación de Jesús crucificado, concédeme, como a él, espíritu de PENITENCIA, de ABNEGACIÓN, de ORACIÓN y FIDELIDAD  a las gracias del Espíritu Santo. Haz que siempre recurra a tu divina misericordia, aún más ávida que yo de mi santificación. Colma el abismo de mi profunda indigencia con la plenitud y sobreabundancia de tus constantes beneficios.

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