22 DE OCTUBRE

 EXAMEN SOBRE LA VIDA INTERIOR

La vida interior es la VIDA DE LA GRACIA en nosotros, dominando esta vida a la vida de la naturaleza, que por lo menos, regula, eleva y ennoblece. La dirección de nuestra vida puede llevarla la naturaleza o la gracia. Veamos qué dirección siguen una y otra. "Todos desean el bien, dice la Imitación de Cristo, y en sus dichos y en sus hechos buscan alguna bondad; por eso muchos se engañan so color de bien. -La naturaleza es astuta, atrae a sí a muchos, los enreda y engaña y siempre se pone a sí misma por FIN. Mas la gracia anda sin doblez, se desvía de toda apariencia de mal; no pretende engañar, sino que hace todas las cosas puramente por Dios. La naturaleza no quiere ser mortificada de buena gana, ni estrechada, ni VENCIDA, ni SOMETIDA DE GRADO. Mas la gracia procura la propia mortificación, resiste a la sensualidad, quiere estar sujeta, desea ser vencida, no quiere usar de su propia libertad, apetece vivir bajo estrecha observancia, no codicia señorear a nadie, sino vivir y servir y estar debajo de la mano de Dios; por eso está pronta a obedecer con toda humildad a cualquier criatura humana. -La naturaleza teme la confusión y el desprecio, pero la gracia se alegra de padecer injurias por el nombre de Jesús. -La naturaleza mira LO TEMPORAL y se alegra de las ganancias terrenas, se entristece del daño y se enoja con cualquier palabra injuriosa; pero la gracia mira a lo eterno, no está pegada a lo temporal, ni se turba cuando lo pierde, ni se exaspera con palabras ofensivas, porque puso su tesoro y gozo donde ninguna cosa perece. -La naturaleza nos inclina a las criaturas a la propia carne, a la vanidad y a las distracciones. La gracia nos lleva a Dios y a las virtudes, renuncia a las criaturas, huye del mundo, aborrece los deseos de la carne, refrena los pasos , se avergüenza de parecer en pública. - Pero la gracia en solo Dios se quiere convertir y deleitarse en el sumo bien sobre todo lo visible. -Así que cuanto más apremiada sea la naturaleza, tanto mayor gracia se infunde; y cada día es reformado el hombre interior, según la imagen de Dios, con nuevas visitaciones (Imit. libro III, cap. 54)."

Luego si queremos saber hasta qué punto vivimos de Dios, en Dios y por Dios, veamos: 1º hasta dónde llega nuestro aborrecimiento al pecado, a las faltillas, a las imperfecciones, a los malos instintos que tenemos; 2º con qué energía resistimos a las tentaciones y combatimos las perversas inclinaciones; 3º si sabemos vencernos en las cosas pequeñas y renunciar a la vanidad, a los pensamientos inútiles, a los deseos de ver, oír y complacernos siempre o si hacemos todo esto con miras a agradar a Dios y a unirnos más estrechamente con él.

¡Oh soberano Bien mío! Quiero desde ahora afanarme únicamente en buscarte SOLO a ti, aunque tenga que sacrificarlo todo para seguir tus divinos atractivos. Ayúdame a construir dentro de mí el edificio de la vida interior sobre las ruinas de la vida mundana, terrena y sensual. Para ello te ruego me infundas verdadero espíritu de FE, de ORACIÓN y de ABNEGACIÓN, porque así la vida espiritual se consolidará en mí diariamente, a expensas de la vida de los sentidos y del amor propio.

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