24 DE OCTUBRE

 JESÚS, AMIGO DE LAS ALMAS INTERIORES

Si el Señor AMA TANTO a los hombres, aun a los pecadores por quienes quiso morir, ¡Cuánto más amará a las almas enamoradas de él! Y si, como aseguró a Santa Brígida, está dispuesto a dar la vida por todo criminal que vuelva a él arrepentido, ¿Qué no hará en favor de los que le sirven y son hijos predilectos? Por eso tanta ternura siente hacia las almas fervorosas. Estas, revestidas de la gracia santificante, no se conforman con evitar los pecados mortales y veniales, sino que además se esfuerzan por agradar en todo al celestial Amigo y procuran estrechar más y más los lazos que les unen a él.

Jesús VE siempre los esfuerzos de estas almas por permanecer recogidas, huir de las conversaciones inútiles y retirarse a la soledad para orar y meditar. Las ve al mismo tiempo cumplir todos su deberes con espíritu de fe, que les recuerda la presencia divina y les hace obrar con Dios, en Dios y por Dios. Estas almas fieles, deseando imitar al divino Salvador, no quieren se aparte nunca de su pensamiento el recuerdo de los misterios de la infancia, de la Pasión, de la vida mortal y de la vida Eucarística del Redentor. En la meditación de estos misterios se llenan de fervor, se animan a obrar el bien y constantemente aprenden hermosas lecciones de humildad, de dulzura, de paciencia, de caridad y, sobre todo, de vida interior y unión habitual con el Jefe y Modelo de los predestinados.

¡Oh cuán AMADAS le son estas almas! El Redentor se felicita por haberlas redimido al precio infinito de su sangre; de aquí que dijera a Santa Teresa que si no existiera el cielo, lo crearía exprofeso para ella, y del mismo modo lo haría por cada una de las almas que se esfuerzan en corresponder a los divinos llamamientos y en servirle siempre fielmente.

¡Oh Jesús! Desde el fondo de los sagrarios nos vigilas, cuidas de nosotros, siempre dispuesto a defendernos y a protegernos contra los enemigos, sobre todo cuando trabajamos por estar unidos a ti. Entonces pones remedio a nuestros males, nos purificas de nuestras culpas y dulcificas nuestras amarguras, como el fiel amigo del que dice la Escritura que "es una defensa poderosa, bálsamo de vida y de inmortalidad (Ecl. 6, 14-16). Te ruego me concedas la gracia de frecuentar la ORACIÓN y de conversar contigo aún en medio de los quehaceres, para que mi voluntad permanezca siempre unida a la tuya y mi corazón palpite siempre en unión de tu Corazón de amigo.



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