26 DE OCTUBRE

 CÓMO EL ALMA INTERIOR HA DE PRACTICAR LA CARIDAD

La caridad sobrenatural tiene por PRINCIPIO la caridad increada, que es el mismo Dios. Nacida del Corazón del Rey del universo, con razón ha sido llamada "regia virtud", porque es la virtud de Cristo Rey, que hizo de ella su precepto favorito y quiso que los discípulos comprendieran cuán insigne era al declararles que los reconocerían como tales por su generosidad en perdonar, en practicar la misericordia y en amarse los unos a los otros, como su divino Maestro los había amado. Por tanto, Jesús quiere que rodeemos la caridad de toda clase de respetos, cuidados y atenciones, y que la tratemos con los mismos miramientos y finezas que a una Reina.

Aún más, el Señor, temiendo que esta virtud pudiese perder su esplendor y dignidad, al ser practicada con los hombres, a pesar de ser Rey, no dudó en colocarse en el LUGAR DEL PRÓJIMO: "porque quien os tocase a vosotros, toca en las niñas de mis ojos (Zac. 2, 8)"; "quien a vosotros recibe, a mi me recibe (Mat. 10, 40)"; "en verdad os digo, siempre que lo hicisteis con alguno de estos mis más pequeños hermanos, conmigo lo hicisteis (Mat. 25, 40)".

¡Cuán noble, grande, sublime es, por tanto, la virtud de la caridad que tiene a Dios por PRINCIPIO y por OBJETO, y que recibe del mismo Dios el PREMIO merecido! San Martín arropó con la mitad de su capa a un pobre mendigo que halló temblando de frío en el camino, y a la noche siguiente vio a Jesucristo revestido con la media capa, y le oyó decir a los ángeles: "He aquí el abrigo que me dio Martín, a pesar de no ser aún más que un catecúmeno."

Jesús, pues, es quien recibe las limosnas, los favores, los buenos consejos, las palabras dulces y cuanto nos inspira el amor al prójimo. Aun cuando practicáramos la caridad con el más vil y más despreciable de los mortales, no dejaría nunca de ser esta virtud la virtud regia por excelencia, porque tiene por objeto al Rey de la gloria, y por ella mereceremos REINAR algún día con él.

¡Oh divino Redentor mío, a quien debo todo! El mejor medio de demostrarte mi AGRADECIMIENTO es servirte en la persona del prójimo; por tanto, te suplico me concedas la intención de hacerlo así siempre que tenga que practicar la dulzura, soportar a mis semejantes o consagrarme a ellos. 

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