28 DE OCTUBRE

 SANTOS SIMÓN Y JUDAS, APÓSTOLES

El Evangelio cita a San Simón y San Judas entre los doce discípulos predilectos del Señor, pero no da ningún detalle de su VOCACIÓN. No podemos dudar que recibieron las luces y gracias necesarias a la sublime misión que les fue encomendada. Porque así como nosotros no exigiríamos al ignorante la ciencia que no adquirió, ni al niño la fuerza del hombre, tampoco pide el Señor un imposible de aquéllos a quienes llama a su servicio. Por eso, cuando impone un precepto, obligaciones y trabajos que cumplir, envía al mismo tiempo el socorro de la gracia, que ayuda a obedecer fielmente. Por esto no tenemos excusa cuando faltamos a las obligaciones o descuidamos los deberes de estado.

San Simón y San Judas siguieron al divino Maestro a la PRIMERA INVITACIÓN. -Tal vez desde hace tiempo el Espíritu Santo nos incita a entregarnos a Dios sin demora, y seguimos dejando para más tarde lo que debiéramos hacer INMEDIATAMENTE. ¡Oh Jesús mío!, lo confieso: soy cobarde y perezoso en tu santo servicio, y me duele ver cuán diferente soy de tus discípulos Simón y Judas, que con tanta atención escuchaban tus lecciones, para llevar enseguida a la práctica tus enseñanzas.

Estos dos apóstoles APRENDÍAN por la doctrina y ejemplos del Maestro a practicar el desprendimiento, la obediencia y el renunciamiento. Escuchaban aquellas palabras divinas que predecían cuanto habían de padecer, y les exhortaban al mismo tiempo a ejercitarse en la humildad, la paciencia y la mansedumbre, para que pasaran entre sus enemigos como ovejas entre lobos y fueran prudentes como serpientes y sencillos como palomas (Mat. 10, 16).

Dóciles a estas enseñanzas, San Simón y San Judas fueron rectos y SENCILLOS en sus intenciones y modo de conducirse, como lo prueba su vida entera; únicamente buscaron a Dios y su divino agrado. Siempre humildes y PRUDENTES , se pusieron en guardia contra las influencias del MUNDO, escudándose con una fe vivísima en las máximas evangélicas. A los lazos que les tendía el DEMONIO opusieron vigilancia y oración constantes, y contra las malas inclinaciones que como hombres tenían presentaron su generoso y perseverante renunciamiento. -Veamos si los imitamos nosotros.

¡Oh Dios mío! ¿Cuán lejos estoy de ser tan fiel como tus apóstoles Simón y Judas! Todos los años tengo ocasión de instruirme en tu doctrina, de oír pláticas y consejos saludables, y con frecuencia leo obras piadosas, medito y pienso en el asunto de la salvación, y a pesar de los medios que me proporcionas para perfeccionarme sigo lleno de defectos. Tú, que has de juzgarme, perdóname, hazme SENCILLO en intenciones, DISCRETO en palabras y MORTIFICADO en la conducta. Quiero REZAR con frecuencia para que me concedas la gracia de estar siempre de ACUERDO con todos tus deseos, y así pueda recoger abundantes frutos de salvación.

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